Capitulo Once

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—Entonces ahora la casa está llena de gatos —afirmó Saúl con una sonrisa en el rostro. Kala se carcajeo y golpeó su hombro de forma juguetona.

—Si... no me gustan muchos los gatos, prefiero a los perros —aclaró soltando un bufido y quitando el cabello de su frente, el viento era cada vez más fuerte—. Pero así es, cada gato que encuentra en la calle, lo lleva a la casa.

—Eso está bien, es buena darle un hogar a las pequeñas criaturas —dijo burlón el rubio causando un puchero en Kala.

—No, la casa se está llenando de pequeñas bolas de pelo muy rápido, sé que tía Agnes lo hace por amor a los animales pero debería conseguirles un nuevo hogar más rápido—susurró deteniéndose frente a la puerta de casa. Acariciando sus brazos observó a Saúl quien aún mantenía la sonrisa en su rostro—. La he pasado muy bien hoy, gracias.

—No hay de que —respondió el rubio metiendo las manos en los bolsillos traseros de su pantalón y meciéndose sobre sus pies—. También la he pasado muy bien.

— ¿Cuándo repetiremos? —preguntó nerviosa mordiendo su labio, se sentiría muy mal si escuchaba decir que ya no quería volver a salir con ella.

—Cuando tengas tiempo —respondió.

—Vale, está vez yo invito —afirmó Kala causando que Saúl se carcajee.

—No dejaré que pagues.

— ¿por qué soy mujer? —preguntó Kala levantando ambas cejas y cruzándose de brazos, Saúl sonrió y negó con la cabeza.

—Tu presencia es un regalo para mí, y mi regalo para ti es hacer que no pagues.

—Eso no tiene ningún sentido —ambos estallaron en risas.

—Lo sé, no sé me ocurrió otra respuesta —respondió Saúl tomando una bocanada de aire y dejando de reír. Ambos permanecieron en silencio.

¿Qué tenía que hacer? ¿Le decía adiós y listo? ¿Le abrazaba? No estaba segura, pero el aleteo en su estómago le indicaba que no quería marcharse sin antes haber unido sus labios con aquel hombre que tanto le gustaba.

¿Le gustaba? Un poco, quería conocerlo más y averiguar si podían llegar a algo. El tiempo lo diría.

—Creo que es momento de irme — anunció Saúl acariciando sus brazos, hacía mucho frío, ya estaban en diciembre y el frío de Liverpool empezaba a calarle en los huesos, Kala apretó las piernas cuando una ráfaga de viento los abrazó, quería entrar, pero también quería estar allí con él. Saúl se despidió y empezó a alejarse lentamente con ayuda de su bastón.

No, así no cerraría su noche. Se negaba a aceptarlo.

— ¡Saúl! —El rubio giró lentamente y segundos después sintió el impacto del pequeño cuerpo de Kala chocando con el suyo para luego sentir una suave presión en sus labios, como si le hubiesen acariciado con una pluma. Pasmado dejó caer su bastón y colocó sus grandes manos en cintura de la morena. Tres segundos después sintió el fuerte viento de Liverpool barrer sus labios, si no estuviese sosteniendo la cintura de Kala podía a ver pensando que había imaginado todo. ¿Lo había besado? Relamió sus labios.

—Lo... lo lamento —titubeó Kala nerviosa dando varios pasos hacia atrás tratando de soltarse de su agarre, había actuado por impulso, era una tonta, Saúl ni siquiera había reaccionado, se había quedado estático en su lugar. Sus mejillas se tornaron carmesí por la vergüenza.

¿Dónde hay un hoyo? Allí meteré mi cabeza, pensó avergonzada.

Saúl arrugó la nariz y apretó su agarre en las caderas de aquella hermosa y alocada chica, la atrajo hacia sí ocasionando que un tierno chillido saliera de sus labios y como un animal hambriento buscó su boca para fundirse en un beso.

Aunque no pueda VerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora