Capítulo 7.

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Mientras espero a Atelmoff en la sala del trono, un guardia me informa de un recado que Gretta ha dejado para mí.
La cena benéfica se ha reprogramado para mañana, debido a la pésima excusa de que no habían preparado un banquete digno del rey.

- Majestad. - Avisa uno de los custodios. - El barón Russo ha venido a verlo.

- Pídele que aguarde unos minutos. Debo atender otros asuntos.

No entiendo cómo se le ocurre venir al reino cuando habíamos acordado el cese de viajes debido a la sospecha que estos mismos generan en la monarquía de Mishnock.

Me molesta que me desobedezcan, pero más aún que hagan esperar y Atelmoff es una de las personas que más disfruta al hacerme esto.

Juego con mis anillos mientras miro por la ventana. El cielo esta nublado y la mañana esta fría, la brisa que se cuela en la sala mueve mi cabello y refresca la piel de mi nuca cubierto por la capa.

Este día me ha estado verdaderamente atareado. Muy temprano en la mañana tuve una reunión con el consejo de guerra, pues necesito dar un golpe urgente a Mishnock y aunque no pueda hacerlo ahora con su capital, lo haré en una ciudad cercana.

Debo ir debilitándolos para que desplacen sus soldados hacia las ciudades afectadas y así poco a poco descuiden su centro. Palkareth.
Una vez todos estén distraídos con los ataques en otras zonas, arremeteré mi fuerza contra su núcleo con tal violencia que no tendrán posibilidad de defenderse.

La puerta es abierta por los guardias, devolviéndome a la realidad y el rostro de Atelmoff entra en el recinto.
Su cabello negro peinado hacia atrás esta mezclado con algunas canas a los costados y sus ojos grises se ocultan bajo sus parpados semicaidos.

- ¿Para que soy bueno, Majestad? - Pregunta, moviendo un pequeño sillón de terciopelo ubicado a un lado de la sala.

Solo él es capaz de tomarse tales libertades.
Sus pulcros zapatos oscuros repiquetean contra el suelo y lucho contra las ganas de pedirle que se detenga.

- ¿Donde están los reyes? - Cuestiono en busca de una respuesta positiva.

- De viaje junto a Stefan.

- ¿Desde cuando?

- Hace un par de días. - Repone con tranquilidad.

- Y ¿cuándo regresan?

- Cuando tengan que regresar. - Dice estirando sus dedos.

- Deberías conseguir una casa lejos del palacio antes que lo destruya.

- Eso generaría sospechas ¿No lo crees?

- Pero te mantendrá con vida.

- No creo que tus soldados me asesinen. - Espeta calmado.

- ¿Por qué eres tan confiado? - Pregunto frustrado por su actitud.

- Porque no te tengo miedo.

- No te he pedido que me temas, pero por el respeto que le guardo es mejor que no estés allí cuando ejecute mi venganza.

- ¿Qué te hace pensar que dejaré que lo hagas?

- ¿Vas a defenderlos después de lo que sabes que hicieron?

- Ellos son mi familia, al menos Stefan lo es y a pesar de toda la porquería que le hace pasar su padre, sé que le dolería su muerte.

- Entonces deberías verlo como una obra caritativa, yo alcanzo mi venganza y libero a Stefan.

- Sabes bien que lo haces solo por ti. - Acusa mirándome a los ojos.

- Y ¿Por qué más lo haría? No me importa lo que le suceda a Denavritz, yo solo quiero que Silas y Genevive mueran.

El corazón del Rey. [Rey 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora