Capítulo 2 - El soldado que no habla demasiado

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Llevamos ya un buen rato caminando por la vieja carretera, mal asfaltada y a pleno sol, cuando se me ocurre intentar entablar conversación con el soldado.

—Soy Sheyla ¿Y tú?— El soldado continúa avanzando a unos metros de mí con el fusil colgado a la espalda.

—Ya ha oído al sargento, me llamo Sanders. Blaime Sanders— Responde cortante.

—Encantada Blaime... ¿Y cuantos años tienes?— Tras formularla, la pregunta me resulta ridícula hasta para mí, parezco una niña de primaria.

—Los suficientes como para estar aquí...— La respuesta me deja perpleja. En este punto, no sé cómo continuar la conversación, el tipo parece arisco, con pocas ganas de hablar, y a mi que los silencios se me hacen insufribles.

—¿Y llevas mucho aquí?— Sigue avanzando a buen ritmo, antes de contestar.

—Más de lo que me gustaría... — De pronto la mirada de absoluta indiferencia del soldado se vuelve intensa y puedo comprobar como todo su cuerpo se tensa: ha percibido algo que yo aún no he conseguido ver. Sin mediar palabra, me agarra por un brazo para llevarme entre la maleza donde me ordena que me agache y permanezca en silencio. En este momento la incertidumbre y el miedo me embargan a partes iguales.

—¿Qué pasa?— Pregunto con un tono excesivamente agudo presa del pánico, a lo que él contesta con un siseo y llevándose un dedo a la boca en señal de que me calle.

—¡Sssssh!...Son milicianos— Susurra. Los ha visto desde lejos, en cambio yo no soy capaz de ver nada, de oír nada. No me explico como él ha podido avistarlos con tanta rapidez.

Me quedo rígida como una tabla, atenazada por el miedo, las manos me tiemblan y el corazón parece que se me quisiera salir del pecho. Noto en todo momento la presencia de Blaime a mi espalda, que continúa con el fusil entre las manos, en alerta. Se hace un silencio tenso durante unos segundos que a mi me parecen horas, hasta que el soldado vuelve a hablar.

—Sígame— Susurra —Y procure no hacer ruido— Noto su respiración en mi nuca, lo tengo pegado a mi espalda. Sin decir nada más, comienza a moverse, agazapado entre la maleza, esperando a que lo siga.

No pierdo el tiempo y hago lo que me pide, rezando por no toparme con algún insecto o animal venenoso de esos que salen en los documentales de National Geographic que con solo mirarte te pueden matar, mientras me arrastro por el suelo detrás de Blaime. La advertencia del soldado confirma mis temores.

—Cuidado con las serpientes, la mayoría son venenosas.

Miro asustada a mi alrededor, esperando no encontrarme ninguno de esos bichos cerca, mientras Blaime sigue con atención cada movimiento de los milicianos, como una fiera que acecha a su presa.

—¿Por qué no avisas al resto del equipo?— Le susurro en cuanto consigo llegar hasta su lado.

—Porque el ruido de la radio nos delataría. Hay que esperar a que avancen...— Reprimo un suspiro provocado por los nervios. Pero cuando pienso que la situación no puede ser más peligrosa, algo nos pasa por delante a toda velocidad, provocando que el corazón me brinque en el pecho, y llamando la atención de los milicianos que, para mi terror, envían a uno de ellos a comprobar qué ha pasado.

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