Parte V: BAJO ENGAÑO - CAPÍTULO 71

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CAPÍTULO 71

A la mañana siguiente, Calpar despertó para encontrarse con la dura mirada de la bruja, que lo escudriñaba desde la única silla en la estancia. Se revolvió un tanto inquieto, acomodándose el pelo y tratando de desarrugar su ropa.

—Buenos días —dijo la bruja.

—Buenos días —respondió Calpar, poniéndose de pie.

—Hay té caliente —señaló ella la mesa.

—Gracias —hizo una inclinación de cabeza él.

—Ahhh —se desperezó Liderman junto a la chimenea—. Hacía tiempo que no dormía bajo un techo de verdad. Gracias por acogernos —le sonrió a la mujer.

Ella no contestó.

—¿Cómo amaneció Paulo? —preguntó Calpar.

—Estupendamente —respondió el aludido desde la cama.

Calpar se volvió hacia él al escuchar su voz:

—Te ves bien —asintió Calpar—. Creo que es hora de partir.

—Las heridas de Paulo no han sanado del todo todavía —dijo la bruja—. No es conveniente moverlo por ahora.

—Eso es mentira —le retrucó Calpar.

—¡Myr! —lo reprendió Liderman.

—Sus heridas ya no existen —siguió Calpar sin hacer caso a las protestas de Liderman—. Paulo está perfectamente y es hora de irnos —insistió.

—¿Y a dónde quiere ir con tanta premura? —preguntó la mujer.

—Debo volver a Sansovino —respondió Calpar.

—Ya te dije que eso era mala idea, Myr —trató de disuadirlo Liderman.

—Debo advertir a mis amigos, debo reunirme con ellos.

—Cálmate, Myr —le dijo Paulo desde la cama—. Harris tocará puerto recién dentro de diez días. Tenemos tiempo.

Calpar suspiró. No le gustaba aquella situación. No le gustaba estar en la casa de aquella misteriosa bruja, y sabía que Paulo y Liderman le ocultaban algo, algo importante.

La sanadora se levantó de la silla y fue hasta Paulo. Le sacó la venda de la cabeza, revelando que las palabras de Calpar habían sido ciertas: no había rastros de la seria herida en el ojo izquierdo del mercader.

—¡Guau! ¡Es un milagro! —exclamó Liderman, fingiendo sorpresa.

—Ya basta, Liderman —lo reprendió la mujer—. No más engaños. Es hora de que el Caballero Negro sepa por qué está aquí.

—Soy todo oídos —dijo Calpar con el rostro serio.

—Primero, comencemos por las presentaciones: mi nombre es Kalinda, mi nombre verdadero, por cierto —dijo la bruja—. Y este es Orel —señaló a Paulo.

—¿Y él? —señaló Calpar a Liderman.

—Franco Liderman —respondió el comerciante—. Soy el único que no necesita un alias, y debo agregar que en verdad soy un mercader de vinos y el único humano de los tres.

—Eres el único que no me mintió. Gracias —le dijo Calpar.

Liderman respondió con una inclinación de cabeza y se volvió hacia Kalinda:

—Esperaré afuera. Sé que tienen asuntos importantes que tratar.

—Quédate, Franco —le pidió Kalinda—. No se dirá nada aquí que tú ya no sepas.

LA REINA DE OBSIDIANA - Libro VIII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora