Capítulo 65. Ann Thorn

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Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 65.
Ann Thorn

Cuatro años después de que Ann saliera de Santa Engracia y se mudara a los Estados Unidos, la residencia de los Thorn en Chicago se vistió de gala para celebrar las nuevas nupcias. Era otoño del 2002, y follaje de los árboles se había pintado de un hermoso ocre. El patio fue acondicionado para el evento con mesas y sillas colocadas en torno a una pequeña pista de baile y a una tarima donde un grupo de cuerdas se encargaría de amenizar una vez que el evento principal hubiera concluido. Para dicho momento, dos sillas habían sido colocadas en el centro de la pista, frente a una pequeña mesa. El novio y la novia se encontraban ahí sentados uno a lado del otro, tomados de las manos a cada momento. El juez, un hombre mayor de anteojos redondos y abundante bigote blanco, se encontraba de pie delante de ellos. Las demás personas se habían congregado alrededor de la pista, e intentaban tomar fotografías del momento desde todos los ángulos posibles.

La novia lucía preciosa. A sus veintinueve años, se veía mejor que nunca. Su cabello negro corto lucía suelto hasta sus hombros, sólo con algunos rizos en las puntas. Sus labios rojos sonreían radiantes. Usaba un vestido sencillo color blanco sin mangas que se entallaba perfecto a su figura. Era sin duda el centro de atención de conocidos y extraños, aunque no sólo por su apariencia.

El novio era un hombre cinco años mayor que ella, de rostro apuesto con barbilla cuadrada. Era de complexión fuerte, propia de una antigua estrella del futbol americano universitario. Lucía un smoking negro sencillo con corbatín gris.

Todo el evento se veía de hecho bastante sencillo, considerando que se trataba de la segunda boda del Richard Thorn, el joven presidente de Thorn Industries desde hacía tres años. Aun así, pese a la sencillez del evento, entre los invitados había varios directores de las empresas más importantes de Chicago y de todo el noreste del país. Incluso algunos senadores y representantes de la oficina del gobernador estaban ahí; todos decididos a hacer acto de presencia en el matrimonio del joven empresario.

El discurso del juez fue bastante estándar en su mayoría, aunque dijo unas hermosas palabras justo antes de que guiara a los novios en la pronunciación de sus votos. La culminación de la ceremonia (que bien lo más correcto sería llamarlo trámite) fue con la firma del acta de matrimonio por los testigos y, por supuesto, por los dos contrayentes. Primero lo hizo la novia, deslizando la pluma grácilmente sobre la línea en la que se ilustraba su nombre: Ann Rutledge. Richard le siguió un instante después, y tras el último trazo el contrato estaba cerrado.

—Ann y Richard —pronunció el juez con voz potente, alzando sus manos hacia los dos novios—. Por el poder investido en mí por el estado de Illinois, yo los declaró marido y mujer. Puede besar a la novia.

Richard no necesitó que se lo dijeran dos veces. Sin dudarlo ni un segundos, rodeó a su ahora esposa entre sus brazos, y la atrajo hacia sí, dándole un beso que si bien intentó ser modesto para no arruinar el hermoso maquillaje de la novia, no por ello dejaba de demostrar abiertamente la pasión que el novio sentía por ella. Ann lo rodeó por el cuello con sus brazos, correspondiéndole su primer beso como esposos. Fueron acompañados por un estruendo de aplausos que fueron en aumento hasta convertirse en una fuerte tormenta.

—¡Vivan los novios! —Comenzaron a vitorear casi todos los presentes entre los aplausos.

Richard y Ann se separaron al fin y les ofrecieron a sus invitados unas fragantes y brillantes sonrisas, dignas de una portada de revista (y quizás terminarían siéndolo).

—Una foto, por favor —Les indicó uno de los fotógrafos contratados, parándose justo delante de los novios. Ambos se abrazaron y pegaron sus mejillas, y el fotógrafo tomó rápidamente una serie de tres.

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