Capitulo Catorce

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Kala se dirigía a la cocina cargando varios platos y esperando que sus pies torpes no la hagan caer. Con lentitud dejó los platos en la encimera, minutos más tarde todos habían dejado sus platos en la encimera y se habían marchado a hacer sus cosas. Con un suspiro, la morena sujetó su larga cabellera en una coleta y empezó a lavar los trastos sucios.

No le gustaba limpiar, le gustaba encontrar su casa limpia y disfrutaba de la frescura que brindaba un espacio libre de suciedad, lamentablemente era bastante vaga y atrasaba los deberes del hogar lo más que podía, sin embargo nunca la había molesta lavar los trastos, todo lo contrario, le encantaba. El ruido del agua, el olor a jabón y el sonido que hacía la esponja la relajaba y la ayudaba a pensar. Algunas personas lo encontraban absurdo pero cuando necesitaba tomar una gran decisión esperaba a que todos ensuciaran los trastos para ella ir corriendo a limpiarlos y así poder pensar.

Ahora no era la excepción, se sentía bastante torpe y confundida, no podía parar de pensar en lo que había sucedido esa noche en la encimera que estaba a varios metros de distancia. Al cerrar los ojos podía sentir la respiración de Saúl en su cuello, sus labios en su barbilla, sus manos apretando su trasero, él frotándose contra ella; podía sentir todo. Había sido una experiencia un tanto... caótica, pero excitante.

Jamás olvidaría aquello, había sido su primer orgasmo, nunca había estado con un chico y jamás intentó auto complacerse. Sonrió, había sido lo mejor del mundo, nunca imaginó que sería de esa manera o que su cerebro se apagaría por varios segundos, no le molestaba repetir lo que había sucedido.

David entró a la cocina cargando una bandeja con muchos vasos, le sonrió en saludo y se quedó al lado de Kala sin saber que decir.

—Estaban en la habitación de Sarah —Kala miró sorprendida la cantidad de vasos, no los había visto cuando entró a la habitación de Sarah a dejar sus cosas.

—Son muchos —admitió la morena echando más jabón líquido en la esponja.

—Sí, mamá no ha podido quitarle esa mala costumbre de tomar los vasos y no devolverlos a la cocina —David se hizo a un lado cuando Kala necesitó buscar algo que se encontraba detrás de él.

—Ya —susurró Kala volviendo a su trabajo. David se quedó parado en medio de la cocina viendo el cabello de Kala. Rascó su cuello y cerró los ojos molesto consigo mismo.

—Sobre lo de ayer —empezó David percatándose de que Kala se quedó rígida. Estúpido, pensó. La había incomodado al sacar ese tema a la luz, sin embargo Kala solo deseaba que David no la hubiese visto con Saúl—. Quiero pedirte disculpas, estaba muy ebrio —mintió.

Kala dejó escapar el aire que no sabía que había acumulado, había pensando que David... era mejor olvidar aquello.

—Descuida, habías tomado mucho —Kala se quitó los guantes de limpieza, se lavó las manos y las secó con un paño limpio, olvidemos eso y listo.

—Si —respondió David, contento—. ¿Necesitas ayuda? —preguntó nervioso, se comportaba un poco torpe frente a Kala.

—Pero acabo de terminar —Kala lo miró confundida y un segundo después se marchó de la cocina para ir a la habitación donde se quedaba Rayden.

David miró sus zapatos y rodó los ojos molesto, era un tonto inseguro. A las chicas no les gustaban esa clase de chicos, les gustaban que fueran seguros de sí mismos y que no les temblará la voz al momento de hablar, pero era bastante complicado poner su cerebro a funcionar cuando se encontraba con Kala. Desde la primera vez que la vio sintió un flechazo por la morena y es que le encantaba todo de ella, sus lindos y tiernos ojos café, la forma en que arrugaba la nariz y mordía su labio en la clase de cálculo y hasta como se achicaban sus ojos cuando sonreía, le gustaba mucho esa chica.

Aunque no pueda VerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora