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De repente, mi teléfono comenzó a vibrar en mi mano. Pensé que era alguno de mis amigos, pero la última señal que tuve de ellos fue una foto que me mandó Juan en mi casa recién me subía al auto con Mauro.
Ahora, era Carlos, preguntando donde estaba. ¿De verdad me hablaba después de días para decirme dónde estaba cuándo él se había ido con una piba que no conocía del boliche? De repente, todas las ganas de más fiesta se acabaron.
- Mauro.- él desvió su mirada de la ventanilla bajada por donde echaba e humo del cigarro, mirándome mientras su pelo se movía levemente por el viento.- Creo que es mejor que me vaya a casa.
- ¿Qué? ¿Por qué?- se colocó mejor en el asiento, mirándome confundido.
- No sé, no tengo más ganas de fiesta.
- ¿No era que ibas a romper el after?
- Mejor otra noche.- aún más confundido, miró mi teléfono.
- ¿Ha pasado algo?
- No, nada, sólo quiero irme a casa.
Miró a la calle y luego de nuevo a mí antes de dar una última calada al cigarro, tirándolo luego por la ventanilla. Se colocó mejor en el asiento y le dijo al pibe que conducía que se desviase del camino por donde iban para ir a su casa.
- ¿Tu casa?
- Está más cerca, yo me voy al after y vos te quedás a dormir allá, mañana seguramente cuando llegue no estarás, así que no tenés que preocuparte por nada.
Asentí lentamente, intentando entender todo e ignorar por un momento lo que el alcohol me hacía sentir. Después, nos quedamos los dos mirando al frente mientras otro pibe que tenía a mi otro lado veía su celular.
Lentamente, el auto paró en frente de una casa que no conocía. Mauro me miró y luego abrió la puerta, saliendo para dejármelo más fácil a mí.
- Gracias.
- Si en algún momento querés contarme qué ha pasado de verdad está bien.
Asentí y me acerqué rápido, insegura de si era mejor simplemente irse a su puerta, besándole la mejilla. Sonrió levemente y me dio sus llaves, viendo cómo me iba a su casa.
Abrí y al mirar atrás, el auto ya había comenzado a irse. Entré y busqué la luz con la linterna de mi celular.
Luego, comencé a andar para encender la luz de su sala y de ahí comenzar a ver sus habitaciones sin mucho interés, sólo por si en algún momento tendría que irme y así no me perdía a oscuras.
Finalmente, encontré la que parecía su habitación y como toda la diversión se había convertido en cansancio, no esperé a buscar otra habitación y directamente me dejé caer en su cama boca arriba.
Resoplé, eché mi pelo hacia atrás y me obligué a levantarme para ir a su baño y desmaquillarme con un par de toallitas que había guardado en mi bolso. Finalmente, volví a la cama y dejé el teléfono en la mesilla, ignorando el mensaje de Carlos para cerrar mis ojos e intentar descansar. Segundos después, acabé por dormirme abrazada a la almohada que olía a él.
Sin saber muy bien cuánto tiempo había pasado, oí un ruido que me obligó a abrir mis ojos. Busqué mi teléfono para iluminar con miedo la habitación. No había nadie.
Incómoda porque estaba sola en una casa que no conocía y a oscuras, me intenté tranquilizar tapándome más con las sábanas y cerrando los ojos.
De nuevo, oí un golpe, alguien en la puerta de la habitación. Apreté mis labios con miedo a abrir los ojos y todo mi cuerpo se tensó por si tenía que salir corriendo o pelear con quien sea. No podía estar pasándome esto.
El lado de la cama que estaba dando la espalda se hundió. Alguien se había sentado allá. Cerré mis puños y más mis ojos, respirando como podía hasta sentir una mano en mi hombro.
Me di la vuelta rápida, comenzando a dar golpes a quien fuese que estuviese allá. Toda la tensión ahora la utilizaba para dar fuerte al desconocido que intentaba esquivar los golpes.
Pero, parecía más fuerte y agarró una de mis muñecas en un momento. Yo intenté quitarle el agarre, pero sólo hice que me agarrase también la otra mano.
Ahí comencé a moverme más rápido, intentando no huir sino pegar con mis piernas gritando como loca. Pero, puso sus piernas encima a la vez que dejaba de agarrar una de las manos para bloquearla con su brazo. Estaba atrapada aunque forzase sus agarres para zafarme de ellos.
Cuando, de repente, una luz iluminó mi cara, achinando mis ojos, y también la suya. Era su teléfono. El teléfono de Mauro.
- Tarada, soy yo.
- Mauro...- paré de moverme, sorprendida porque no le esperaba.- ¿Qué mierda hacés acá gil?
- Me cansé y vine a dormir, pelotuda, ¿Vos qué hacés en mi cama?
- Primera cama que vi, primera a la que me acosté.- sonrió dejando de agarrarme con tanta fuerza como antes.- Me asustaste pelotudo.
- Perdón, perdón, vos casi me arañas la cara.
- Tenía que defenderme.
- Ya lo vi.
Sonrió y yo suspiré cerrando mis ojos, sonriendo ya relajada porque no me veía en problemas. Cuando abrí de vuelta los ojos sí me di cuenta de la poca distancia que había entre él y yo.
Los dos sonreíamos algo aturdidos después de aquella pelea, respirando fuerte porque yo le estaba pegando y él se defendía como podía. Sus ojos estaban clavados en los míos, pero como solía hacer, bajó a mis labios entreabiertos.
Cuando su mirada volvió a subir, todo el momento me llevó a perder la cordura completamente y olvidarme de mi autocastigo, ignorando los problemas que vendrían al besarle.
Él me siguió al segundo, soltando finamente mis manos para colocar las suyas a cada lado del colchón, dejando también de tener sus piernas encima de las mías para hacerse un hueco entre ellas. Mientras, yo llevé mis manos como de costumbre a su nuca, subiendo hasta su pelo para enredar mis dedos allá.
Pero el ritmo iba rápido, los dos parecíamos querer desaparecer la tensión entre nosotros. Yo comencé a tirar de su remera hacia arriba y él ya tenía su mano debajo del buzo crop top que tenía hoy.
En segundos, tiré lejos su remera y él comenzó a subir mi buzo. Para hacerlo más fácil, toda la fuerza de antes la utilicé esta vez para llevarle y conseguir darnos la vuelta, quedando ahora yo arriba.
Me separé unos segundos de sus labios, dejando un leve mordisco, para luego volver a ellos a la vez que sus manos a mi cuerpo. Ahora él me quitó toda la parte de arriba para pasar sus manos por mi pecho y espalda, intentando así que mi cuerpo estuviese más pegado al suyo.
Una de sus manos rodeó mi cintura hasta acabar en el broche del pantalón corto que llevaba, desabrochandolo antes de colocar sus manos en mi cadera para volver a girar.
Me hice rápido con sus pantalones, interrumpiendo sus planes para dejar sus manos un tiempo más acariciando mi cuerpo. Los tiré también lejos, después dejé que comenzase a bajar desde mi cuello por mi pecho, pausandose ahí para dejar suaves mordiscos, hasta acabar en mi cintura, donde estaba el borde del pantalón. Lo desabrochó completamente y los bajó despacio para luego volver a subir con el mismo ritmo, haciéndome más necesitada de volver a besarle.
Cuando sus labios volvieron a los míos, sus manos ya habían dejado de pasar por mi parte de arriba para atreverse a explorar debajo de la cintura sin miedo a cualquier otra reacción que no fuesen los besos y mis caricias de respuesta.
De nuevo, me adelanté y le quité los boxer rápido, dejando que ahora él se deshaciera de mi ropa interior definitivamente. Ahí, mis manos volvieron a su cuello, dejando mi pulgar acariciar su cara sin parar de besarnos, asfixiandonos juntos. Una de sus manos acabó en mi cintura, la otra la utilizó para apoyarse en el colchón.
Mordí su labio inferior cuando empezó, tomándoselo con calma aunque sabía que no era lo que realmente quería, notando mi respiración rápida.
Enredé mis piernas como pude para volver a girar. Me miró algo confundido bajo la luz de la calle que pasaba por la ventana, sin esperarlo. Sonreí y puse mis manos en su pecho, dejando él las suyas en mi cadera un segundo antes de que ahora fuese yo la que se moviese.
Primero, opte por seguir su plan, pero rápido comencé a mover mi cadera en círculos a la vez que aumentaba el ritmo. Bajaba a veces a besarle, otras echaba mi cabeza hacia atrás, cerrando mis ojos tras verle a él cerrar los ojos y morder su labio.
Su habitación se llenó de gritos, génicos y como de costumbre, poco a poco, de un ambiente pesado y caliente que no tardó en hacernos sudar cuando hacía quizás una hora sentía el frío de la calle.
Él clavaba sus dedos en mi piel cuando a mí ya se me hacía difícil apoyarme en él. Así que, con sus ojos fijos en mí, abrazó mi cintura para llevarme a sus labios, tirando de mí espalda hacia él suavemente para luego volver a girar, quedando casi al borde de la cama.
Dos segundos de descanso y él se hizo a mi ritmo, besándole con fuerza mientras ahora sus manos se quedaban en su colchón, agarrándolo con fuerza mientras yo le abrazaba.
- Mauro...
Susurré, separándome para buscar el aire que ya me faltaba. Él apoyó su frente en mi hombro y sentí su suspiro ahí, oyendo luego como susurraba mi nombre.
Sonreí, cerrando mis ojos y echando mi cabeza hacia atrás cuando sentí mi cuerpo descontrolarse definitivamente. Mi espalda se tensó, mis piernas temblaron y acabé por pegarme más si era posible a él, sintiendo como mordía mi hombro sin mucha fuerza.
Agarró con fuerza el colchón y ahogó su grito entre mi cuello y mi hombro para luego deslizarse rápido a mi lado. Nuestras respiraciones alteradas ya no eran de pegarnos, sino más bien lo contrario.
Le miré unos segundos, sonriendo para luego echar mi pelo hacia atrás y suspirar, cerrando mis ojos para descansar por fin.

Piensa En Mí (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora