• Sabato

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La invisible venda que cubre sus ojos es injustamente selectiva, pues carece del sentido de la vista únicamente para diferenciar lo que por fuera tal vez luce similar pero que por dentro contiene todo lo contrario.

El chico avanza por la calle frente a su casa titilando de frío y aferrándose a la bolsa de plástico que sostiene entre su mano. Se acerca apresuradamente al contenedor de basuras y lo abre dejando salir instantáneamente de este el fétido olor de los desperdicios.

La chica, acurrucada en un extremo dentro del contenedor metálico y rodeada de residuos, sube la mirada para observar al chico que se mantiene afuera. Macaya le dirige una mirada llena de desesperanza que anticipa lo peor pero que a su vez espera ser recibida, mientras que este sólo observa las basuras dentro del depósito.

Finalmente Aitor levanta su bolsa de desechos del suelo y la arroja dentro del depósito sin dejar de sostener la tapa de metal haciéndola dar un respingo al sentirla caer justo a su lado. Aún así este no la nota.

Ella vuelve a mirarlo por última vez justo cuando la venda sobre su rostro se transparenta gracias al reflejo del alumbrado público segundos antes de que este dejara caer la tapa y cerrara el contenedor sumiéndola nuevamente en la penumbra.

Macaya se abraza a sí misma entre las basuras y fuera del contenedor escucha los pasos del peli negro que se alejan con la seguridad, firmeza, ritmo y constancia propias de un vidente y no de quien protagoniza un ensayo sobre ciegos.

Microcosmos; ftsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora