Parte VI: BAJO AMENAZA - CAPÍTULO 80

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CAPÍTULO 80

Felisa golpeó la mesa con su puño en frustración. Los demás parroquianos en el comedor de la posada "El tambor de Racuna" se volvieron hacia ellos.

—Cálmate —le gruñó Orsi por lo bajo, del otro lado de la mesa—. Recuerda que no queremos llamar la atención.

—El posadero tiene que saber algo más, no puede ser —meneó la cabeza Felisa—. Tal vez deberías aflojarle la lengua con otros métodos. Tal vez esa moneda de oro no fue suficiente —le lanzó una mirada significativa a su compañero.

—No, no me pidas eso, no voy a torturarlo —se negó Orsi—. Ese hombre no tiene nada que ver con esto.

—¿Desde cuándo tienes escrúpulos? —frunció el ceño ella.

Él no contestó.

—¡Oh! ¡Por favor! No me digas que después de tantos años de trabajar para Stefan...

—No voy a hacerlo —la cortó Orsi.

—¿Qué pasa? ¿Decidiste cambiar de profesión de repente? ¿Desarrollaste una conciencia moral de tus actos de la nada? —se burló ella.

—¿Y qué si es así? —le retrucó él.

Ella se lo quedó mirando por un largo momento.

—Una profesión como la tuya no es para cualquiera —dijo ella, despacio—. Alguien que tiene estómago para hacer lo que tú haces... bueno, de seguro debe obtener algún tipo de placer morboso con el sufrimiento de otros.

—Es una adicción —murmuró él, bajando la cabeza.

—¿Y qué fue lo que te motivó a salir de esa adicción justo ahora?

Orsi permaneció en silencio.

—Oh, ya veo —continuó ella—. Ese chico, Liam, tocó tu corazón de piedra, ¿no es así?

—Si Myr no está aquí y el tabernero no sabe a dónde fue, tal vez deberíamos... —intentó él.

—No me cambies de tema, Orsi.

—Hay otros temas más urgentes que discutir —arqueó una ceja el verdugo—, como, por ejemplo, el hecho de que estamos siendo vigilados.

Felisa se puso seria:

—No sabía que también lo habías notado —suspiró.

—No ha tocado su plato y no hace más que mirarnos disimuladamente. ¿Quién crees que sea? —preguntó Orsi en voz baja, mirando de soslayo a un personaje vestido de negro con una capucha que le cubría el rostro, sentado en un oscuro rincón del comedor.

—No lo sé, pero emana un aura de magia.

—¿Qué? ¿Magia? —se alarmó Orsi—. ¿Sabes lo que eso significa? ¡Stefan! ¡Stefan ha mandado a uno de sus asesinos tras nosotros!

—Tranquilízate, Orsi —trató de calmarlo ella—. Ninguno de los esbirros de Stefan puede rastrearnos, no con la protección que tengo desplegada a nuestro alrededor.

—¿Estás segura?

—Totalmente —se puso ella de pie.

—¿Qué vas a hacer? —frunció el ceño Orsi.

—Confrontarlo, por supuesto. ¿Qué otra cosa cabe?

Él la agarró de la muñeca y la obligó a sentarse de nuevo:

—¿Estás loca? —la amonestó—. Aun si no es un enviado de Stefan, confrontar a alguien con magia sin conocer sus intenciones no es prudente, Felisa, y menos en nuestra condición de fugitivos.

LA REINA DE OBSIDIANA - Libro VIII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora