Parte VI: BAJO AMENAZA - CAPÍTULO 84

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CAPÍTULO 84

El grupo se volvió hacia el hombre apoyado en el dintel de la puerta.

—¡Valamir! —exclamó Irina.

—¿Quién es? —preguntó Cormac.

—La mano derecha de Ileanrod —respondió Irina.

Cormac desenvainó la espada que le había sacado al guardia desmayado y le apuntó a Valamir con ella. Valamir solo sonrió y levantó las manos en rendición. La mirada del recién llegado se desvió hacia el durmiente Yanis. Luego levantó los ojos hacia Lug:

—¿Pudiste ayudarlo? —preguntó con interés.

—¿Por qué te importa? —lo cuestionó Lug fríamente.

—Yanis es el único mago que conozco que entiende que el poder no está en dominar a otros —respondió Valamir—. En otras circunstancias, habríamos sido... —suspiró, dejando la frase sin terminar.

—Esto está mal, Valamir —dijo Irina—. Los métodos de Ileanrod...

—Ileanrod no tolera la traición —la cortó él abruptamente.

Irina palideció y tragó saliva.

—Ella no traicionó a Ileanrod —avanzó un paso Lug, interponiéndose entre la Sanadora y el socio del rector—. Yo la forcé a que me trajera hasta Yanis.

—No necesito poderes especiales para saber que eso es mentira, Lug —respondió Valamir con calma—. Pero no te preocupes, no vine aquí para delatar a Irina, ni para impedir el rescate de Yanis.

—¿Entonces?

—Quiero ayudarlos a sacar a Yanis de aquí —declaró Valamir con el rostro serio.

—¿Pretendes que confiemos en ti? ¿En la mano derecha de Ileanrod? —le espetó Cormac, que no había bajado la espada en ningún momento.

Valamir desprendió su camisa y expuso su pecho desnudo, mostrando que no llevaba colgada ninguna amatista:

—Pregúntale a Lug si estoy diciendo la verdad o no —dijo.

Cormac se volvió hacia Lug.

—Sus palabras son sinceras —dijo Lug—. Siente dolor por lo que le fue hecho a Yanis y desea que esté bien.

—De acuerdo —intervino Liam—. Si lo que quieres es ayudar, necesitamos que mantengas a Ileanrod y sus esbirros alejados de esta habitación por una hora.

—Hecho —respondió Valamir sin titubear—. Pero puedo hacer más que eso.

—No necesitamos nada más —dijo Liam.

—¿En serio? ¿No quieres ayuda con tu otro predicamento?

—¿Qué otro predicamento?

—Sabrina.

Liam apretó los puños, se mantuvo en silencio por un momento y luego dijo:

—Ese subterfugio ya lo usó tu colega. Piensa en otra cosa más original.

Valamir no se inmutó ante la hostilidad de Liam. Clavó su mirada en Lug y declaró con firmeza:

—Puedo conectarte con ella.

Lug suspiró. Los patrones mentales de Valamir mostraban que estaba diciendo la verdad.

—¿Cómo? —lo cuestionó Lug.

—Ven conmigo y te lo mostraré —lo invitó Valamir con un gesto de la mano.

—Lug, ni siquiera lo pienses... —le advirtió Cormac.

LA REINA DE OBSIDIANA - Libro VIII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora