Diecisiete

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Kevin llegó cinco minutos antes de que saliéramos de casa, estaba emocionado —aunque su rostro no lo demostrara—, a Kevin le gustaba la comida italiana

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Kevin llegó cinco minutos antes de que saliéramos de casa, estaba emocionado —aunque su rostro no lo demostrara—, a Kevin le gustaba la comida italiana.

—Okay, tengo otra —Chase anunció logrando que los dos nos callemos para prestarle atención—, ¿qué prefieren? ¿Cinco años en la cárcel o diez años en coma?

—La cárcel —Kevin contestó tan rápido que incluso parecía no haberlo pensado.

—¿Por qué? Ni lo pensaste —preguntó Chase algo confundido, dijo lo mismo que pensé.

—Pues, me gusta estar consciente... además ya estuve. —Se encogió de hombros y siguió manejando como si nada, pestañeé un par de veces y quise preguntar, pero no sabía cómo.

—Que ya estuviste... ¿en la cárcel? —dije con temor a ofenderlo con algo.

—Sí.

—¿Podemos preguntar por qué? —Chase fue esa vez.

—Sí.

—Entonces... ¿por qué fue? —pregunté curioso, asomé un poco la cabeza. Él iba manejando, Chase iba de copiloto y yo sentado atrás. Siempre era así, solo les faltaba ponerme en el asiento para bebés.

—Una vez dos niños me preguntaron algo y los desaparecí —explicó de manera normal, luego soltó una risa burlona y empezamos a reírnos con él—. Es broma.

—Oh... entonces no estuviste en la cárcel...

—No, no. Sí que estuve.

Miré a Chase y él solo encogió los hombros.

Minutos después de un largo silencio, Kevin decidió contarnos. Nos detuvimos en la gasolinera y empezó a hablar.

—Hace algunos años trabajaba haciendo taxis por un aplicativo —Kevin suspiró al recordarlo—. Un día estaba de camino a buscar a una persona y dos tipos subieron a mi auto con sus respectivas armas, mantuve la calma en todo momento, pero no lo hacían fácil porque solo me gritaban que avanzara a donde ellos querían y me ponían la pistola entre el cuello y la cabeza... Mientras yo manejaba, oí como la policía nos empezó a perseguir, ellos estaban huyendo y por fin los encontraron. Estaba entre la espada y la pared, porque quería detenerme, pero también tenía un arma en mi rostro. Aún así me detuve y rogué internamente por mi vida. Los tipos me gritaban que no parara, pero yo les gritaba más fuerte que se bajaran de mi auto. La policía estaba cada vez más cerca, uno de ellos me disparó en la pierna y salieron del auto dejándome una de las armas en el asiento del copiloto. —Kevin nos miró y yo asentí dándole a entender que podía seguir contándolo. Estaba bastante sorprendido por lo que nos estaba diciendo—. La policía me sacó del asiento de forma bastante agresiva para esposarme boca abajo, ya en el suelo, cuando se dieron cuenta que estaba herido, de todos modos no fueron más cuidadosos. Solo me gritaban cosas que no entendía y me metieron a la patrulla. Al día siguiente, me enteré que los dos tipos confesaron en mi contra, dijeron que yo tenía las drogas y ellos solo estaban siendo llevados por mí. También dijeron que me dispararon en defensa propia porque no quería dejarlos bajar del auto. Ellos fueron sentenciados a tres meses de prisión, yo a ocho años por llevar menos del contenido máximo de drogas en el auto. Al parecer las dejaron ahí. Me liberaron a los cinco años por buen comportamiento.

Luces, música y acciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora