Capitulo 23

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Me desperté al oír sus gemidos y cuando me despejé, me di cuenta de que estaba intentando levantarse.

—¿Estás loca? —Dije, mientras me ponía en pie de un salto—¡Vuelve inmediatamente a la cama! — Se tumbó de nuevo, sin dejar de quejarse.

—Tengo que irme —murmuró, entre los labios hinchados. Tenía peor aspecto que la noche anterior. El kimono se le había caído y pude ver la parte superior de su cuerpo: tenía la piel cubierta de moretones y rasguños. Más exactamente, digamos que entre moretón y moretón se veía un poco de piel.

—Tonterías —repliqué con firmeza—. Quédate en la cama y dime qué quieres, que yo iré a buscarlo.

—No quiero nada —se resignó, suspirando con gran esfuerzo.

—Perfecto —dije. Me acerqué a la cama y me arrodillé junto a ella—¿Te duele mucho? —Pregunta estúpida: era obvio que le dolía.

—Estoy bien —afirmó. Un instante después, se le crispó el rostro de dolor.

—¿Quieres otra pastilla? —le pregunté, preocupada. Susurró algo, pero tuve que inclinarme casi hasta apoyar la oreja en sus labios.—Quiero... salir... de... aquí... —Le costó un esfuerzo terrible pronunciar esas palabras.

—¿Quieres que te lleve a mi casa? —Me horrorizó la idea de que la persona que le hizo esto volviera, no quería que Jennie me viera cometiendo un asesinato... Movió la cabeza imperceptiblemente, pero ese gesto le costó un nuevo grito de dolor.—París —jadeó, casi sin fuerzas.

"¿A París? ¿Y cómo piensa hacerlo?", me pregunté. Y además, ¿pretendía pasarse varios días metida en un hotel en esas condiciones, cuando ni siquiera se tenía en pie? Lo mejor era que se quedara dónde estaba.

—Cuando estés un poco mejor, iremos a París —le dije. Cerró los puños con fuerza.

—¡Ahora! —insistió, con las pocas fuerzas que pudo reunir.

—No puede ser —le dije, en tono tranquilizador—. No aguantarás. Tienes que esperar un par de días.

—Por favor... —susurró, completamente agotada. ¿Qué se suponía que debía responder yo?

—De acuerdo —suspiré—. Te llevaré a París: no sé cómo, pero te prometo que te llevaré. —La crispación de su cuerpo desapareció—. Reservaré una habitación — dije, mientras me ponía en pie—. ¿Prefieres algún hotel en particular?

De nuevo trató de decir algo. Al principio no la entendí, pero luego la oí decir:

—Hotel no.

—¿Hotel no? ¿Quieres dormir debajo de un puente en ese estado? —Empezaba a sospechar que las heridas le habían afectado algo más que el cuerpo.

—Apartamento —dijo débilmente. Levantó la mano y señaló otra vez el bolso. Me sentí un poco confusa: ¿Tenía un apartamento en el bolso? Cogí el bolso y lo dejé sobre la cama, a su lado—. Abre —dijo. Lo abrí—. Direcciones — prosiguió ella. Supuse que quería una agenda y busqué una. Encontré un pequeño anuario de bolsillo: no era la voluminosa agenda encuadernada en piel en la que anotaba sus citas. Respiraba con muchas dificultades—. Primera página —jadeó, con sus últimas fuerzas.

Abrí el anuario. En la primera página se leía "Apartamento Kim" y una dirección de París. La miré, con gesto interrogante.

—¿Aquí es donde quieres ir? ¿Siempre te quedas ahí cuando vas a París? —.Asintió, con los ojos cerrados. Bueno, por lo menos me pareció que asentía.

𝙈𝙄 𝙍𝙀𝙄𝙉𝘼 𝘿𝙀 𝙇𝘼 𝙉𝙊𝘾𝙃𝙀 | 𝙅𝙀𝙉𝙇𝙄𝙎𝘼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora