⛥Capitulo Treinta-Dos ⛥

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El llamativo logo de los laboratorios Membrana, resaltaba sutilmente por los alrededores de una de las instalaciones más revolucionarias, famosas y eficaces de todo el planeta, en el cual, un grupo muy selecto de científicos asistía para trabajar en diferentes campos de la aclamada "Ciencia real", que a lo largo de los años respaldaba fielmente las múltiples teorías, innovaciones y experimentos del único ser humano, hasta ahora, que tenía el suficiente intelecto para crear cualquier tipo de artefacto que le brindara a la humanidad los elementos necesarios para asegurar su bienestar o supervivencia. Actualmente en los rincones de un laboratorio privado, repleto de planos, tubos y aparatos de última generación, se encontraba cierto castaño que jugaba sin esfuerzo su papel como un "hijo" introvertido, manteniéndose a un lado, y en silencio, mientras realizaba unos cálculos con la intención de ayudar al profesor Membrana. Era inevitable que el de bata blanca no rebosará de orgullo al tener un discípulo con tanto talento e ingenio, incluso que entendiera a la perfección sus objetivos, metas y sueños con respecto a la ciencia, estaba más que satisfecho con tener finalmente un hijo perfecto que estuviera a su lado con toda la predisposición de aprender lo que más le fascinaba.

Unas pocas horas pasaron entre sus recientes investigaciones, el trabajo en equipo era productivo para ambos, permitiendo que avanzaran mucho más rápido, el ambiente era pacífico entablando una conversación amena que fluía con total naturalidad, claro hasta que una de las asistentes se presentó informando que el de ojeras tenía una importante visita esperándolo a las afueras del recinto. Fingiendo una falsa sorpresa, el de gabardina azul se disculpó con el científico, excusándose de que desconocía totalmente la repentina presencia, y que retomaría el proyecto en cuanto pudiera, a lo que el profesor solo asintió con una inusual risa, le gustaba la actitud nerviosa que tenía el castaño, otorgándole un merecido descanso para atender aquellos asuntos.

Complacido ante ese típico accionar, el adicto al café se retiró de la sala con las precauciones necesarias, dirigiéndose a la salida principal del establecimiento, divisando junto a la puerta a su invitada que lo esperaba de forma impaciente. Apuró su paso hasta quedar cerca de esa peculiar chica de baja estatura, su cabello era de un castaño oscuro que le llegaba hasta un poco más arriba de los hombros, unos brillantes ojos color miel que se oscurecían cuando se enojaba, y vestía su típica vestimenta digna de ella, algo que en sus propias palabras lo definía como algo "elegante", haciéndola fácilmente destacar de todas las demás, y al parecer el tiempo no influía en ella, seguía siendo una adorable enojona.

- ¿Cuanto tiempo mas ibas hacerme esperar? -le recriminó molesta, acomodando levemente su ropa- Tengo asuntos que atender, no puedo darme el lujo de desaparecer como sueles hacerlo tu.

- Eres tan amorosa, cariño~ -saludo divertido, despeinando con cuidado los cabellos de la chica- Lo siento por hacerte venir hasta acá, pero al menos te di una excusa para escapar de tus responsabilidades. ¿Verdad? -cuestionó con sarcasmo, observando la reacción de su amiga.

- Me he resignado a hacerlo, al menos por el momento. -suspiró fatigada, odiaba su trabajo- ¿Que es lo quieres? -interrogó curiosa, manteniendo la paciencia.

- Una entrega. -pidió con amabilidad, entregándole una memoria interna- Necesito que hagas una copia, y se lo envíes a los "Ojos hinchados".

- ¿De que se trata? -insistió con desconfianza, observando el pequeño objeto entre sus manos- ¿Estás dentro de otra investigación paranormal?

- Estamos hablando de evidencia muy valiosa. -sonrió sombríamente, confundiendo a su acompañante- Así que digamos que se trata de la investigación más importante de mi vida.

Redención [ZaDr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora