II

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FREYA

La velada para Freya estaba siendo todo un desastre, al igual que un completo descubrimiento, que lejos de agradarle le ocasionó casi un desmayo. El cual refrenó apelando a todo el poder de cordura que tenía en el cuerpo.

Es que no podía ser que solo con verle le descolocara de aquella manera, y más incrédulo le parecía el cuadro en el que todavía le siguieran pasando cosas con el único ser que había despertado algo en ella, que no fuese hastió y aburrimiento. Siendo ese mismo el que le destruyera sus juveniles ilusiones.

Le resultaba ridículo e inaudito.

¿Cómo era posible que un enamoramiento infantil perdurara por tanto tiempo?

Era una locura.

El romance y ella no eran entrañables amigos, pero con ese hombre todo siempre fue distinto.

¡Aichhh!

Maldito pelirrojo que le robaba los sentidos.

—¿Porque demonios regresó? — bufó molesta, en tanto salía del recinto rumbo a los jardines donde había visto perderse a Lady Borja después del bochornoso momento vivido hace unos instantes con su flamante pariente.

No sabía porque su hermano era tan cruel con ella.

Pese a todo era una mujer bastante entrañable, y con un corazón de oro, aunque un tanto rarita. Pero todo en conjunto no le parecía desagradable.

¿Sera que le recuerda a...?

Imposible.

...

Se adentró al laberinto de setos, segura que la encontraría sentada tratando de calmarse, pese a que eso sería mortal para sus alergias.

Le diría a nana que le preparase algún calmante a su regreso.

No pretendía pasar un día en cama por un simple malestar.

Caminó un largo tramo hasta que la avistó acariciando una rosa ensimismada, mientras unas gruesas lágrimas surcaban su rostro dejándole más que confundida, y sin la menor idea de cómo proceder.

Podía jurar que esa mujer no sabía que era aquello, pero la había juzgado como todos porque las apariencias engañaban.

Al igual que la percepción de cuanto le afectaba lo que le pudiera decir Alexandre.

Observó hacia todos lados percatándose que no hubiese nadie, y después de estar observando de lo lejos como una acosadora, decidió que lo más conveniente era dejarle sola, e ir por Duncan lo más pronto posible, o en su defecto mandarlo a llamar, porque dejarla en un lugar oscuro y solitario no era de fiar cuando cualquier individuo la podría abordar en medio de la noche para desgraciarte.

Si lo sabía ella de sobra.

Los infelices abundaban.

Dio media vuelta para hacer lo que estaba pensando, pero no llegó muy lejos.

—Sé que estaba ahí Lady Allard —la voz gélida de Luisa la hizo respingar, y girarse con recelo para enfrentarle con el rostro contraído por la vergüenza de irrumpir en su privacidad, entre otras cosas.

Es que debió hacérselo saber antes.

Casi la mata del susto.

Era una inhumana.

—Lady Borja, yo... —la nombrada le frenó mostrando una de sus manos e indicándole que se sentara a su lado, cosa que hizo sin dudarlo pese a que por alguna razón le apeteció correr.

PROTEGIENDO EL CORAZÓN (LADY SINVERGÜENZA) © || Saga S.L || Amor real IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora