Una amarga mentira

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Semanas pasaron desde que Eliza y Jefferson iniciaron una amistad a escondidas del tesorero del estado. Eran cuidadosos, pues tenían en claro que el caribeño no era para nada tonto y ante cualquier indicio de una interacción entre su rival político y su esposa podría enloquecer. Por ello la mediana Schuyler ocultaba aquellas cartas en una pequeña caja, en las cuales también estaban las cartas que su esposo le había enviado años atrás con las palabras que la habían conquistado.

Hablando de cartas, Eliza contestaba en ese momento una carta proveniente del virginiano, quien le relataba en aquel escrito una anécdota un tanto graciosa tanto para él como para la mujer que leía la carta.

"...Esto me recuerda a la vez en que nos prohibieron ingresar con alimentos a las reuniones en el gabinete por culpa mía.

No creo habérselo mencionado antes, pero mi platillo favorito son los macarrones con queso, tanto, que solía llevar al menos dos platos de estos al trabajo y solía comer uno en, al menos cada reunión de gabinete.
Como se puede imaginar al presidente no le acabó agradando esto y prohibió que todos comiésemos allí. Especialmente yo.

Eso me saca una risa de ves en cuando, de hecho, admito estoy riendo mientras escribo esto".

Después de dar una pequeña risa al leer aquello Eliza se dispuso a tomar una hoja de papel y comenzó a escribir una respuesta, relatando en aquel escrito que le encantaría probar el dichoso platillo alguna vez y que le agradaba hablar con él en ese medio.

Una vez terminó de escribir metió la carta en un sobre y salió para dejar la carta en el buzón, observando en el proceso a las pocas personas pasar por las calles. Cabe aclarar que era medio día y por ello las personas comenzaban a ser escasas en las afueras por aquel motivo.

Entró nuevamente a su hogar y se dispuso a llamar a su pequeño hijo y a su marido desde las escaleras, era la hora de la cena, como casi todo el tiempo Phillip era quien bajaba a tiempo y se sentaba en la gran mesa junto a su madre y su hermana menor.

También, como de costumbre, Alexander no bajó a cenar ya que trabajaba en su oficina. A veces Eliza pensaba que su marido escribía como si su vida dependiera de ello.

Terminada la cena, la mediana Schuyler se encargó de llevar a sus hijos a sus respectivos dormitorios para que durmiesen. Una vez se aseguró de esto se dirigió a la oficina de su esposo quien como siempre se encontraba escribiendo. Suspiró para sus adentros antes de acercarse.

-Alexander-

-¿Que pasa?- Contestó el sin siquiera mirarla.

-Deja de escribir, vamos a descansar-
Pidió tomando su mano, provocando que parara.

-Aún no Eliza, tengo que terminar- Dijo apartando su mano suavemente, dispuesto a continuar pero su esposa lo impidió nuevamente.

-Toma un descanso, ya has trabajado todo el día- Removió la pluma de las manos de su marido y entrelazó su mano con la suya.

-Ve a la cama, te alcanzaré en un momento, esto es importante- Contestó soltando su mano con intenciones de tomar su pluma nuevamente, sin embargo ella lo hizo antes.

-Últimamente no pasas tiempo con nosotros- Eliza lo miró con tristeza
-Phillip quería verte para contarte su día pero nunca saliste de aquí- Su mirada cambió a una molesta -¿Que es tan importante como para que ni siquiera bajes a cenar con tu familia?-

[Editando] Helpless of Love | Thomliza |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora