22: Me Estoy Ahogando, Ayúdame

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Damian.

Salir de la cama se estaba volviendo un imposible para mí. No he encontrado la fuerza para sacar el cuerpo de entre las sábanas en cinco días y ya comienzo a sentir dolor agudo en la espalda baja.

Con el puntero sigo bajando por la misma página web, el ordenador se va a apagar pronto y no sé dónde dejé el cargador la última vez que lo usé.

No puedo decir con exactitud si es de noche o de día. La cortina de mi habitación es tan oscura y espesa que difícilmente ves la luz exterior.

Me remuevo con incomodidad, poniendo el ordenador sobre mi regazo. Algo cae de la cama y se rompe al colindar con el suelo.

Estiro el cuello para ver por el borde y los vidrios ámbar del frasco de patillas están esparcidos por el suelo. Las píldoras repartidas alrededor, desperdiciadas.

Al apoyar la cabeza sobre la almohada la picazón en mis ojos se convierten en lágrimas. Respiro profundamente, intentado calmarme y entender porqué me estoy sintiendo así de repente.

Hago las cosas a un lado y me siento, con las manos en la cabeza y los codos apoyados en mis piernas. Respiro profundo, intentando llenar mis pulmones y ahogar el sentimiento de vacío en la boca de mi estómago.

Mi rostro se siente húmedo y con las yemas de mis dedos limpio las lágrimas que resbalan por mi piel.

La sensación de falta de aire me marea y desespera. Mi pecho se contrae una y otra vez.

¿Qué me pasa ahora?

Solo quiero que se abra la puerta de la habitación, no importa quién entre solo quiero entre alguien a la habitación.

Tanteo con las manos entre las mantas mi teléfono. Marco el número de Ezequiel lo más rápido que puedo.

Intento recordar que fue lo que tomé, y si por accidente llegué a mezclar algo. La idea de haber confundido frascos o haberme inyectado algo y no recordarlo me carcome por un momento.

—¿Damian?

—Me estoy ahogando, ayúdame.

—¿Cómo? —pregunta ansioso— ¿Qué sientes?

—Siento que no puedo respirar y me estoy desesperando, no puedo recordar qué tomé.

Se hace un breve silencio en la línea y no hay necesidad de palabras o de ver su rostro para saber que una vez más decepcioné a mi amigo.

—Estoy yendo, no tardaré mucho —responde.

Cuelgo el teléfono, vuelvo a poner la cabeza sobre la almohada y de repente estoy respirando, fuerte.

La sensación de adormecimiento se extiende por mi cuerpo y de repente tengo mucho sueño.

¿Y si me meto a la bañera? ¿Y si me caigo al intentar llegar a ella?

De repente tengo miedo de estar muriendo. Y por un momento me pregunto si esta vez fue demasiado para mí.

La visión se me oscurece y las manchas de color comienzan a aparecer por toda mi habitación, el frío me cala hasta la espina dorsal y mis ojos se cierran.

*****

El camino de árboles se va quedando atrás. Las casas perladas iguales a la mía se van perdiendo en el camino mientras Mitch se aleja de la zona.

Mi sien permanece pegada al cristal mientras mis ojos siguen pendientes del camino.

No tuve una sobredosis como llegué a creerlo, no llegué a morir como sentía que lo estaba haciendo. Solo me puse ansioso y el tiempo que tenía sin comer bien ni levantarme no fue positivo para mi cuerpo.

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