LA VIDA DE KAMINARI DENKI [BAKUKAMI]

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Las hojas caían hacia el suelo, el viento chocaba contra su cara, sus ojos miraban hacia afuera del portón que dividía su patio de la calle.

- ¡denki!, Ven la comida ya está lista-

- ya voy- susurró para sí mismo.

Caminó sin prisa alguna a la puerta de la casa, abrió la puerta despacio al igual que la cerró, se dirigió a la cocina.

A denki le gusta la cocina de su abuelo, porque huela a galletas recién ordenadas.

- ya llegué abuelo- se lavo las manos.

-¡Ah, ten come!- le tendió la comida sonriendo amablemente.

Eso también le gusta a denki, la sonrisa amable que le brinda su querido abuelo.

- gracias abuelo- el mayor asintió, los dos empezaron a comer tranquilamente.

Ese silencio era cómodo y tranquilo.

- Denki, ¿Que quieres de regalo?- el rubio lo miró curioso, ante esto el mayor soltó una carcajada- acaso se te olvidó, en tres días iré a la ciudad.

-ah, me gustaría una bufanda- pidió con la boca llena.

Su abuelo volvió a reir.

- tienes cinco años y no pides juguetes- denki frunció sus cejitas- está bien... ¿Quieres galletas y avena?- al pequeño se le iluminaron sus ojos- ya veo.

Su abuelo siempre lo entendía, era muy agradable, era el abuelo perfecto.

- abuelo, ¿Mañana vendrá mamá?- pregunto mientras le era recibida un plató de galletas y una taza de avena- gracias.

-¡Claro que sí!- tomo un sorbo de su avena- oye, ¿Y como van las cosas allá en su casa?

El niño bajo la mirada, en sus ojitos se le acumulaban lágrimas.

- t-todo sigue igual abuelo- su voz a se quebraba más a cada palabra que salía de su pequeña boca.

El de cabellos grises le hizo un gesto para que el niño fuera con él, el pequeño se sentó en la pierna del mayor.

- tranquilo, sé que es difícil para tu mamá y para ti- las lágrimas se fueron deslizando por las mejillas del rubio- pero... Yo estoy aquí para ustedes.

Acarició los cabellos rubios de su nieto,
Poco a poco las lágrimas del pequeño empezaron a cesar.

-¿Quieres ir al parque?-

-s-si-

- está bien vámonos- se paró de su lugar y limpio los rastros de lágrimas del pequeño- ya no llores ¿Ok?