LA AMANTE

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-Por Lady Pecosa-

Capitulo  23

       Ese día Rudolf lo ocupó en realizar varias diligencias, había por fin localizado al abogado que le recomendaron, esto era para él más importante. Por otra parte, con los eventos acontecidos en el teatro la policía andaba muy alebrestada y temía que el burdel de Violette fuera visitado en breve, <<Pobre puta, sería bien que le cerraran el sitio>>, pensó con desprecio, fuera como fuera, él no tenía intención de ser relacionado con esas gentes, ese sucio lugar, lo tenía asqueado, era tanta porquería todo ese grupo de mujeres inútiles que para lo único que servían era para descargarse en ellas, <<¡Jaja! se autodenominan proveedoras de amor, pero que pueden entender todas esas putas lo que es el verdadero amor, la verdadera pureza de un sentimiento tan real, tan completo, que no requiere de ninguna entrega física, porque siempre basta con permanecer a su lado y cuando lo pierdes, te consume, esa ausencia que raspa como un tridente de hierro bajo la piel por no lograr estar cuando menos un poquito cerca de quién amas>>, meditaba cabizbajo.

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       De nuevo tomó asiento en el escritorio, y empezó a leer los movimientos de ese expediente, hacía algunos días esta persona había retirado una suma de dinero grande, quizá nada, considerando su fortuna, pero el reporte por el cual estaba sobre el escritorio era que un par de días antes, había visitado su caja de seguridad para retirar una de las valiosas joyas que ahí tenía resguardadas, un anillo de diamante rosa, una joya antigua y por lo que ahora leía George de gran valor, descubrió mientras repasaba el reporte que se trataba de un lote de joyería de la realeza inglesa, entonces, se empezó en recordar, <<Grandchester>>, repitió el apellido mentalmente, hasta que la respuesta llegó a su memoria, el apellido pertenecía a un ducado, continúo leyendo la carpeta hacia atrás en el tiempo, así era como estaban acomodadas la hojas, hasta que llegó al contrato de iniciación de cuenta, a casi 9 años, ahí aparecía el nombre completo del hijo primogénito del actual duque de Grandchester, Terruce Graham Grandchester, George inhalo abrupto, reteniendo el aire en sus pulmones y luego de alisarse el cabello con ambas manos, golpeo con las palmas en los descansa-brazos del sillón, retomó la carpeta con fuerza, leyendo con mayor atención, los generales del cliente, <<¿Será el mismo?, ¿sera el actor que tiene a la señorita Candy?>>, se cuestionó, estudiando los datos encontrados, los dos primeros nombres eran los mismos del actor, solo el apellido de lord, no figuraba en el nombre del artista, entonces recordó que hojas más arriba había un recibo por un pago de un departamento, salió apresurado hacia el área de bóvedas, el banco estaba ya vació, solo quedaba él y el equipo de seguridad, y junto con uno de ellos entró a los archivos de la caja fuerte, ubicando por fecha y nombre, sin problema encontró la copia notariada de un departamento y una casa que hasta el día presente, pertenecían al mismo hombre, Terruce Graham Grandchester, sin perder más tiempo revisó ambas direcciones y efectivamente, la ubicación de la casa era la misma que él mismo había estado vigilando, entonces tomó nota de la dirección del departamento, y salió de la bóveda...

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       Despertó, acurrucada en su abrazo, casi recostada sobre su pecho, esa clase de despertar tan dulce, tan lleno de satisfacción, que deseas prolongar el tiempo hasta casi detenerlo, su cuerpo desnudo rodeado por su brazo, pegándola a él, apenas movió su mano, desplazando sus dedos por las lineas de su abdomen, en una caricia tenue, de arriba hacia abajo y viceversa, tan abstraída en la contemplación de su recorrido que la sorprendió, un leve y rápido movimiento, un poco más abajo del abdomen, como toda chica inteligente, con ese pensamiento "puramente científico", repitió la acción de sus manos, sonriendo al descubrir un nuevo rebote, ahora más erguido, Candy entretenida en su juego y su nuevo conocido, como niña exploradora fue acercando cada vez más sus finos dedos a esa protuberancia que le provee tanto placer, cada vez más firme, y con ese movimiento dictado al ritmo de las pulsaciones del riego sanquineo, ella comprobó que Terry aun dormía, y así era, aunque su pene estuviera ya completamente despierto.

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