Corría el año 2020...

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Hoy les acerco este cuento corto que sacó el tercer puesto en el Concurso Literario "En tiempos del Coronavirus, yo escribo desde casa", organizado por la División Cultura de la Intendencia de Durazno.
El título pensado era Déjà vu, pero, por alguna omisión de mi parte, no fue en el mail correspondiente.

Corría el año 2020...
Viernes 13 de marzo...
Una chica y un chico, muy amigos, paseaban por el Puente Viejo de Durazno, recientemente renovado y reinaugurado.
Iban tomando mate, escuchando radio y charlando animadamente.
La tarde se presentaba radiante, el sol resplandecía y jugaba con los árboles, brindando luces y sombras a la gente que disfrutaba de la playa. Había muchos niños, que recién salidos de la escuela, querían aprovechar los últimos días del verano.
El aire estaba cargado de risas, de voces y de juegos en el agua, mezclándose todos en alegre algarabía.
Los amigos se acercaron a la baranda del puente y casi al unísono dijeron, con una amplia sonrisa:
_ ¡Es un día perfecto!
Casi superponiéndose con esa feliz exclamación, la radio emite la noticia que ningún uruguayo creía tener que escuchar: "El Coronavirus entró al Uruguay por la puerta grande".
Los jóvenes, instintivamente, se tomaron fuertemente de sus manos y se miraron.
Sabían lo que les esperaba pues él era un trabajador de la salud y ya era sabido que eran los que la peleaban día a día en esta pandemia (por lo que fueron reconocidos como los héroes de esta "guerra").
De pronto fueron envueltos en un torbellino de viento que los transportó, como en una máquina del tiempo, y los depositó en el mismo puente, pero cien años atrás.
Estaban en el puente sumergible, construído junto al Paso del Durazno (allá en 1903); eran ellos, pero diferentes.
Eran jóvenes, como ellos, pero no se veían felices.
Hablaban casi en un susurro...
_ ¡No podría vivir sin ti!, dijo ella con un sollozo.
A él se le llenaron los ojos de lágrimas y dijo:
_ ¡Lo haremos, mi amor! No importa el tiempo que pase, yo te esperaré. Y nos volveremos a encontrar en este mismo lugar.
La promesa fue sellada con un beso, que también fue una dolorosa despedida.
Era esa una época en la que el amor entre clases sociales diferentes, era inadmisible.
El que ella fuera hija de obreros era inaceptable para la familia de hacendados a la que pertenecía el joven.
Cada uno siguió su camino y fueron afortunados en él.
La pareja recién llegada del futuro entendió por qué se querían tanto. En ellos habitaban almas que se venían buscando desde otras vidas. Unieron sus labios y volvieron a sentir aquel beso apasionado y doloroso, y al hacerlo, una fuerza extraña, casi mágica, los arrastró y los depositó, nuevamente, en el Puente Viejo.
Eran los mismos pero sentían diferente.
Estaban agobiados por el inminente distanciamiento social que se avecinaba.
_ ¿ Otra vez la vida nos separará?, dijo ella con un sollozo.
_ ¡No! ¡No otra vez!, exclamó él con vehemencia. ¡Esta vez nada ni nadie nos separará!
Pero la pandemia los separó físicamente.
Y pasaron los días y los meses...
Y un día, ella recibió un poema de puño y letra de su amado, escrito con tinta azul.

Acostumbrados a tenerlo todo,
recorríamos la vida altaneros,
con la soberbia del que todo lo puede
¡Teníamos todo!
Pero todo, era demasiado poco
En la búsqueda desenfrenada,
un logro se convertía
en el próximo desafío
Y de pronto, el tiempo se detuvo...
Nuestra vida se llenó
de miedos y soledad
La fría tecnología
se convirtió en mensajera
de besos, abrazos y amor
Nos llenamos de llantos
estoicamente aguantados
¡Todo se volvió gris!
¡Han pasado meses!
Hoy solo necesito
tus besos, tus abrazos,
rondas de mate,
encuentros
Necesito sentir tu piel
en mi piel,
para colorear la vida
sin usar pincel
Y hoy, en el Puente Viejo
donde hace cien años nos despedimos,
volveremos a besarnos y te pediré
que seas mi mujer

Soñando y en la luna... #Plumas Awards2019 # Where stories live. Discover now