23. pasillo

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—No pensé que leyeras —dije, recorriendo mi mano por la estantería de libros a un lado de su escritorio.

Llevabamos tiempo hablando y tratando de conocer un poco de nosotros después de la escena tan embriagadora de hace rato. Pero a decir verdad, el hablar con él de esa manera me hacía sentir tan bien como estar bajo su piel.

—¿Piensas en mí? —preguntó coqueto. Volteé a verlo. Se veía demasiado tierno sentado así. Bueno, tierno y muy atractivo tomando en cuenta de que aún no llevaba camisa.

Le saqué la lengua infantilmente antes que girarme de nuevo a explorar los rincones intrigantes del cuarto de Chalamet. Tenía más figuritas de acción que yo ropa interior en toda mi vida. Reí ante ese pensamiento.

—Me gusta tu risa —lo escuché reír. Lo miré, sonrojandome un poco ante su comentario.

—Eres muy infantil —dije yo, comentando algo que sabía que iba a causar una divertida reacción en él. Y así fue. Enarcó una ceja y levantó su espalda de la cabecera.

Se cruzó de brazos. Se veía tan bien, maldita sea.

—¿Te digo que me gusta tu risa y eso me hace infantil? ¿Qué necesitas que te diga que sea de tu agrado? —rió, bromeando.

Negué con la cabeza, volviendo a recorrer sus estantes y sus cosas personales. No quería decirle ni admitirlo, pero la verdad es que me sentía extremadamente especial en poder estar en su cuarto. ¿Habría traído más chicas a su cuarto antes?

—No lo dije por eso. Es porque tienes demasiados juguetitos y- Oh —detuve mi oración porqué mi tacto y mi vista se topó con algo que no recordaba.

Entre los muchos discos de vinilo en su repisa, reposaba un disco pequeño, un CD. Era el que yo le había dado aquel día en mi habitación. Lo tomé en mis manos, girando de nuevo a la dirección del castaño.

Sonreí. Lo guardó. Tracé con mis dedos las letras en la foto del álbum que se pintaba en la portada. Caminé, sin despegar mi vista del disco, hasta la cama y me senté junto al cuerpo del chico que robaba de vez en cuando mi respiración.

The Strokes. Son realmente buenos —habló él, pasando sus manos por mi cabello algo enredado.

Lo miré, sonriendo aún más. Estaba contenta, sentía como si mi corazón se calentase junto a esa versión tan cálida de T.

—¿Lo escuchaste? —pregunté esperanzada.

Sus ojos se achicaron al momento que sus labios se transformaron en una hermosa sonrisa.

—Sip. Completo. De hecho, escribí a un lado de cada canción del disco cuál me gustó más y que era lo que me gustaba. Siempre hago eso, espero que no te moleste —dijo tímidamente, abriendo la caja del CD para mostrarme en dónde había escrito lo dicho.

Mis ojos exploraron las anotaciones de Timothée, haciendo el disco aún más especial para mí. Sonreí de nuevo. T decidió acomodarse más cómodamente, haciendo que yo me recostara en su pecho.

Cualquiera que nos viera diría que somos novios. Novios.

Alcé la cabeza para mirarlo. Desde ese ángulo todo se veía tan íntimo entre los dos. Sus ojos sobre los míos decían algo que quería descubrir, tanto en él como en mí misma. ¿Qué era eso a lo que aún le temíamos?

Cerré el disco y lo recosté en mi regazo, perdiendo la vista sobre él. De repente una ola de inseguridad se propagó en mi cuerpo. No estaba segura de lo que detonaba ese mal sentimiento, pero sabía que se relacionaba completamente a la relación tan extraña que se formaba entre el chico rizoso y castaño que acariciaba mi brazo con tanta tranquilidad.

ɴᴏ ᴊᴜᴇɢᴜᴇꜱ ᴄᴏɴᴍɪɢᴏ, ᴛ | Timothée ChalametWhere stories live. Discover now