Capítulo Veintiocho

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Saúl decidió sanar, empezando por el hecho de que debía disculparse con todos a los que había lastimado sin darse cuenta y buscando ayuda con especialistas, esta vez las cosas serían diferentes y se dejaría ayudar. Cambió su grupo de apoyo, tenía un nuevo psicólogo y David buscó grupos de recreación, sería bueno para el rubio buscar un nuevo hobby.

En esos días se dedicó a mejorar y David siempre estuvo a su lado, jamás soltó su mano y lo apoyó en cada momento difícil. Saúl empezó visitando la tumba de los gemelos, allí duró varias horas sin decir ni una palabra, se mantuvo en silencio y a los lejos David lo observó todo el tiempo, al final Saúl se levantó extendió los brazos, pidió disculpas y se marchó. Esa misma noche llamó a Maritza, no respondió así que solo le dejó un mensaje de voz donde la perdonaba pero también le pedía disculpas, no eran amigos pero si necesitaba su ayuda podía acudir a él.

Se enteró de que disculparse podía aliviar algunos problemas del corazón, se disculpó con todos en la familia pero la ocasión más difícil fue pedirle disculpas a Dean. Por años ignoró a su padrastro culpándolo de su accidente, todo ese tiempo Dean no trató de defenderse pero al final Saúl descubrió que nadie era culpable, nadie quería que esas cosas hayan sucedido.

Ahora se encontraban en el hospital, sería su último día allí y el día en que le quitarían la venda de los ojos. Todos en la sala estaban más nerviosos que él, en especial David que ya se había mordido todas las uñas, sin embargo, Saúl estaba tranquilo, ver o no ver no era algo que le preocupaba, en esos días había aprendido a aceptar su discapacidad y si tendría que vivir con ella para siempre pues la recibiría con orgullo.

Mientras la doctora explicaba lo que haría a continuación, Saúl recordó la noche en que encontró a Kala en su habitación, sonrió con melancolía. Aquel día Kala se había acostado en su cama y le había acariciado el rostro con cariño, recordó sus palabras: tu discapacidad no define tu vida, con o sin ella puedes lograr lo que quieras. Lastimosamente ahora es que se daba cuenta de lo que significaban aquellas palabras, y se arrepentía por no haber sanado en aquel momento en el que ella seguía con él, apoyándolo y dándole cariño.

—Es momento de la verdad —La doctora colocó las manos en la cabeza de Saúl, masajeó los lados varias veces y luego empezó a retirar la venda de sus ojos, los mantuvo cerrados por varios segundos y al final cuando la venda cayó, abrió los ojos.

Todo estaba oscuro, no podía ver absolutamente nada, aleteó sus pestañas varias veces y varios segundos después divisó varias sombras, sombras que fueron tomando forma con el paso del tiempo.

Aleksandra abrazaba a Dean, Sarah miraba atentamente a Saúl y David miraba a todos los lados nervioso, cada uno de ellos estaban esperando una reacción de su parte pero no podía moverse, ni siquiera podía respirar porque por primera vez en cinco años podía ver de nuevo. Cuando sus ojos se adaptaron a la oscuridad de la habitación fijó su mirada en Aleksandra, seguía igual de bella aunque esta vez su rostro llevaba más arrugas, el cabello de Dean estaba repleto de canas, Sarah tenía un corte por los hombros y su cabello iba pintado de rosa y David no había cambiado en nada.

Su cerebro trataba de analizar la información que sus ojos le estaba enviando pero la emoción era tal que no podía concentrarse, sus ojos se movían por toda la habitación sin creer lo que estaba viendo, rompió en lágrimas.

—Siguen igual de feos que hace cinco años —susurró llorando.

—Oh, bebé —Todos se acercaron para abrazar a Saúl—. Gracias a Dios... y a los doctores por supuesto —Aleksandra abrazó a su hijo con fuerza y sostuvo la cabeza de su hijo por varios segundos, era un milagro.

Aunque no pueda VerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora