Constantemente

53 11 1
                                    

Al verlo caminar por la vereda de enfrente, todas las variantes se amontonaron y revolvieron en mi cabeza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Al verlo caminar por la vereda de enfrente, todas las variantes se amontonaron y revolvieron en mi cabeza. Confusamente, sentí que surgían en mi conciencia frases íntegras elaboradas y aprendidas en aquella larga gimnasia preparatoria: "¿Tiene
mucho interés en el arte?", "¿Por qué miró solo la ventanita?", etcétera. Con más insistencia que ninguna otra, surgía una frase que yo había desechado por grosera y que en ese momento me llenaba de vergüenza y me hacía sentir aun más ridículo:
"¿Le gusta Hwang?".

Las frases, sueltas y mezcladas, formaban un tumultuoso rompecabezas en movimiento, hasta que comprendí que era inútil preocuparme de esa manera, recordé que era él quien debía tomar la iniciativa de cualquier conversación. Y
desde ese momento me sentí estúpidamente tranquilizado, y hasta creo que llegué a pensar, también estúpidamente: "Vamos a ver ahora cómo se las arreglará”

Mientras tanto, y a pesar de ese razonamiento, me sentía tan nervioso y emocionado que no atinaba a otra cosa que a seguir su marcha por la vereda de enfrente, sin pensar que si quería darle al menos la hipotética posibilidad de preguntarme una dirección tenía que cruzar la vereda y acercarme. Nada más grotesco, en efecto, que suponerlo pidiéndome a gritos, desde allá, una dirección.

¿Qué haría? ¿Hasta cuándo duraría esa situación? Me sentí infinitamente desgraciado. Caminamos varías cuadras. Él siguió caminando con decisión. Estaba muy triste, pero tenía que seguir hasta el fin, no era posible que después de haber esperado este instante durante meses dejase escapar la oportunidad. Y el andar rápidamente mientras mi espíritu vacilaba tanto me producía una sensación singular, mi pensamiento era como un gusano ciego y torpe dentro de un automóvil a gran velocidad.

Dio vuelta en una esquina, caminó unos pasos y entró en un edificio, al verlo me di cuenta que era uno de los más prestigiados en Seúl, ¿qué hacía él ahí? Comprendí que tenía que decidirme rápidamente y entré detrás, aunque sentí que en esos momentos estaba haciendo algo desproporcionado y
monstruoso.

Esperaba el ascensor.

No había nadie más.

Alguien más audaz que yo pronunció desde mi interior esta pregunta increíblemente estúpida.

—¿Este es el edificio de la Compañía Kim?

Un cartel de varios metros de largo, que abarcaba todo el frente del edificio, proclamaba que, en efecto, ese era el edificio de la Compañía Kim, que pregunta más estúpida acababa de hacer. No obstante, él se dio vuelta con sencillez y me respondió afirmativamente. Pero en seguida, al mirarme, se sonrojó tan intensamente, que comprendí que me había reconocido, una variante que jamás había pensado y sin embargo muy lógica, pues mi fotografía había aparecido muchísimas veces en revistas, al ser modelo de estas. Me emocioné tanto que solo atiné a otra pregunta desafortunada; le dije bruscamente.

—¿Por qué se sonroja? — Se sonrojó aún más e iba a responder quizá algo cuando, ya completamente perdiendo el control, agregué atropelladamente.—Usted se sonroja porque me ha reconocido. Y usted cree que esto es una casualidad, pero no es una casualidad, nunca hay casualidades. He pensado en usted varios meses. Hoy lo encontré por la calle y lo seguí. Tengo algo importante que preguntarle, algo referente a la ventanita, ¿comprende? — Él estaba asustado, la había cagado.

Hair Band /HyunMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora