Prólogo

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Él miro la ventana y suspiro, estuvo acostado durante una hora sin poder levantarse de la cama. Estaba cansado, se sentía agotado y triste. Cerró sus ojos y pudo sentir en la yema de sus dedos la piel de la mujer como jamás había sentido a ningúna, su piel era una adicción, esa piel cantaba para él, podía sentirlo cada vez que estaba cerca de ella. Su olor dulzón lo hacía enloquecer, jamás se había sentido así. Su pasado le pesaba, por primera vez en su vida sentía que las cadenas que se había forjado con el pasar de los años lo mantenían atado al presente infeliz al que se abría camino sin poder hacer nada. Ella se había negado a ser su esposa, la había buscado por años, mujer tras mujer, sin darse cuenta de que estaba esperándola, y ahora su pasado arruinaba su futuro. Jamás se había arrepentido de nada en su vida hasta el momento en que de sus labios salió la palabra no.

— No quiero casarme contigo para ser una más en tu lista, para ser la cornuda de Inglaterra. 

 Si ella supiera que desde que la había besado por primera vez se habían borrado los recuerdos de todas, ninguna había llegado a siquiera rozar el interés que él sentía por ella. Cuando entró en ella supo que entre esas piernas quería perecer; porque él era así. Era un hombre fogoso, apasionado y había encontrado a la mujer perfecta para él, sin embargo ella se negaba a estar con él. Nada,no podía hacer nada. No podía evitar sentir la impotencia de saber que su felicidad estaba en unas manos que se negaban a extenderlas hacia él. Ella se negaba a ser su esposa, había terminado relaciones con él dejándolo sumido en la desesperación y la nada misma. 

  No tenía muchas opciones y se dijo que  debía ser fuerte. Se sentó en la mesa y comenzó a escribir. 

Lazos eternos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora