CAPÍTULO XXXI

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 EL ÁNGEL DE BEATRIZ

Afuera de Ecomoda estaba cayendo un diluvio. A pesar de que el edificio era de puro concreto y que adentro no se podía distinguir si era de día o de noche, la oscuridad en Ecomoda se instaló con vehemencia y, de eso, se dieron cuentas las del cuartel, al sentir que el edificio tembló a causa de los truenos y relámpagos.

--¡Brutas! ¿Escuchan eso? –Berta hizo un ademán para que todas callaran por un momento y escucharan lo que ella-- ¡Nunca había escuchado con tanta fuerza la lluvia desde aquí!—Berta quería desviar el tema que se estaba tratando en aquella junta improvisada en el pasillo, frente a presidencia, cuyo objeto de críticas duras era ella. —

--Sí, Berta, es una lluvia como muchas tantas ¿Acaso no vio la lluvia de granizo del otro día? ¡Ahora no quiera desviar el tema del verdaderamente importante! –Dijo Sofía, poniendo cara de pocos amigos—

--¿Es que piensan seguir con la cantaleta? ¡Menos usted, enana amargada, tiene derecho de reclamarme algo, si fue usted la que empezó con sus comentarios malintencionados!—Dijo Berta, levantando el mentón como para hacer frente a sus palabras—

--¡¿Cómo me dijo, gorda, lengua de trapo?! –Estalló Sofía, echándose encima de Berta para cogerla del pelo. Sin embargo, Sandra la cogió por los aires antes que cumpliera con su cometido. —

--¡Quieta, muchacha! ¿A dónde cree que va? ¡Cálmese, que no estamos para estos escándalos! ¿Quieren que Betty ahora sí nos eche por bochincheras?—Dijo Sandra—

--¡Suélteme! ¡Ya estoy cansada de esta gorda chismosa! –Dijo Sofía, luchando por liberarse de los brazos de Sandra—

Berta se escondió detrás de Aura María y le sacó la lengua.

--¡Betty ya me perdonó! ¡Betty es la única que tenía derecho de reclamarme, incluso echarme, pero usted no tiene derecho de nada! ¡Si se atreve a tocarme un pelo, le juro que yo le hago el favor de quitarle todos los suyos! –Dijo Berta, echándose a reír, de los nervios. —

Aquel comentario solo sulfuró más a Sofía, que estaba pataleando y llorando de frustración.

--¡No la suelte Sandra, que si no estas dos se matan!—Dijo Mariana, alejándose de aquel conflicto—

--¡Yo quiero ver cómo es que se agarran este par de tontas, viejas ridículas! –Dijo Hugo, que había aparecido de un momento a otro en la escena. —

No había llegado con intenciones de observar el conflicto o por puro morbo, si no por pura casualidad, ya que era hora de almorzar y, como siempre, se disponía a salir.

--¿Ahora por qué se agarran este par de gatas? –Inquirió Hugo, en tono cómplice, interpelando a Aura María. —

--¡Qué le importa, qué le importa!—Replicó Sofía, a gritos—

--¡Ja! ¡Para lo que me interesa la ridícula vida de estas! ¡Tengo cosas más importantes que hacer!—Dijo Hugo, acomodando el cuello alzado de su chaqueta. —

Hugo pasó en medio de las dos mujeres en disputa, con la intención de burlarse de ellas. Se detuvo un momento para lanzar su típico zumbido frente al rostro colérico de Sofía, seguido de una típica carcajada. Después desapareció detrás de las puertas del ascensor, no sin antes dedicarles una sonrisa de auto complacencia.

--¡Por cosas como estas, es que todavía no soporto a la doctora "Mendoza", porque no le pone un alto a estas ridículas!--Musitó Hugo, lo suficientemente alto, como para que todos escucharan, pero oportunamente en el momento en que el ascensor se cerraba, tragándose cualquier respuesta de parte del cuartel. --

YSBLF_ El Matrimonio (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora