Parte XI: BAJO SOSPECHA - CAPÍTULO 121

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CAPÍTULO 121

Cuando Riga llegó a lo alto de la barranca, vio que Felisa estaba sentada en el suelo con la palma abierta de su mano derecha apoyada en la tierra. La reina tenía los ojos cerrados y el ceño fruncido en concentración. Riga hubiese jurado que Felisa estaba escuchando el sonido de la tierra. La Adivinadora no sabía si era o no oportuno interrumpir a la reina, pero después de un largo minuto, decidió arriesgarse y carraspeó sonoramente. Felisa abrió los ojos despacio, como si despertara de una ensoñación, y levantó la mirada hacia Riga:

—El tiempo apremia —dijo—, pero necesito saber un par de cosas, y, una vez en la carreta, no tendré la privacidad para preguntártelas.

—Entiendo —se sentó Riga junto a ella—. ¿De qué quieres hablar?

—Gemas —respondió Felisa, lacónica.

Riga miró de soslayo la obsidiana colgada del cuello de Felisa, pero no dijo nada. Sabía que era preferible que Felisa guiara la conversación de la forma que considerara segura.

—¿Crees que es posible que una gema contenga información? —preguntó Felisa.

—En mi profesión, las gemas son solo vectores para acceder a la información, pero no la contienen en sí —respondió Riga, despacio.

—¿Como un disparador?

—Sí.

Felisa meneó la cabeza negativamente. Obviamente, esa no era la respuesta que esperaba.

—Bueno... —dudó Riga—. Es decir... no es que las gemas no contengan información... Después de todo, cualquier Sanador sabe que cada gema emite y absorbe frecuencias específicas de acuerdo con su constitución y por ello es compatible con distintos órganos, ayudando a su equilibrio. El citrino se usa para problemas del sistema digestivo, el cuarzo rosa para el corazón... —enumeró—. Eso significa que poseen cierta información que se sincroniza con...

—No, no, no me refiero a eso —la cortó Felisa—. Me refiero a la capacidad de retener información programada desde afuera, de forma deliberada.

—Supongo que es posible —se encogió de hombros Riga.

—¿Qué gema elegirías para algo así?

—No es mi campo, pero... creo que elegiría un cristal de cuarzo hialino.

—¿Por qué?

—Es el más dúctil. Al no tener información previamente plasmada en su estructura, es más susceptible de recibir información sin oponerse. Por eso es el amplificador perfecto para una Adivinadora.

—¿Y la obsidiana? ¿Qué sabes de sus propiedades?

—No soy experta en gemas, pero he oído que la obsidiana es una piedra de protección que ayuda al autocontrol. Algunos dicen que ayuda a revelar quién realmente eres. Otros usan espejos de obsidiana para conectarse con el pasado o con planos oscuros de la realidad, ocultos.

Riga calló, sin saber qué más decir. Se produjo un largo e incómodo silencio entre las dos.

—¿Por qué no me preguntas directamente lo que quieres saber? —se animó a cuestionar Riga—. Sé que hay algo concreto que buscas, pero si no me lo dices, no puedo ayudarte mucho.

Felisa suspiró:

—En todos los años que tuviste este colgante en tu poder —tomó la reina la gema entre sus dedos—, ¿percibiste algo extraño en él?

—¿Algo como qué?

—¿Lo percibiste o no?

—No —negó Riga.

—Entonces, solo lo estoy imaginando —murmuró Felisa para sí.

—Es obvio que esa obsidiana es especial —opinó Riga—. El que yo nunca haya notado nada en ella no significa nada. Tal vez tu padre la programó para que revele lo que esconde solo a la persona indicada, solo a la Reina de Obsidiana.

—Humm —dijo Felisa por toda respuesta.

—Si no es mucho atrevimiento preguntar... ¿qué fue lo que viste? —intentó Riga con cautela.

—Cosas que no entiendo bien... cosas sobre Arundel, sobre el portal.

—Felisa... —le sonrió Riga con la ternura de una madre—. Espero que no lo consideres presuntuoso de mi parte, pero creo que Kalinda y Orel son los que pueden ayudarte a entender cuestiones sobre Arundel.

—Esperaba no tener que recurrir a ellos —suspiró Felisa con resignación.

—¿Por qué?

—No me gusta que me presionen.

—No te preocupes por eso —volvió a sonreír Riga con picardía—. Vi a Myr poniéndolos en su lugar allá abajo antes de subir a verte.

Felisa y Riga bajaron por la barranca para encontrarse con todo preparado para la partida. Subieron a la parte de atrás de la carreta y Liderman hizo saber a los caballos que era hora. Orsi y Calpar iban con él en el puesto de conducción. Los demás viajaban atrás.

Felisa notó enseguida que Kalinda y Orel tenían la mirada clavada en el piso y no se atrevían a verla a los ojos. Dudó por un largo momento, buscando la forma de abordar el tema que la preocupaba, pero finalmente se decidió por un enfoque directo y sin rodeos:

—Anoche tuve una visión —anunció sin preámbulos—. Creo que la provocó el colgante de obsidiana.

Kalinda y Orel levantaron la mirada de repente y tuvieron que hacer un denodado esfuerzo por no atosigar a Felisa con preguntas.

—Necesito que me ayuden a comprender algunas de las cosas que vi —pidió Felisa.

—Por supuesto, estamos para servirte —hizo una respetuosa inclinación de cabeza Orel.

—Vi el comienzo de la destrucción de Arundel —comenzó Felisa.

Kalinda y Orel cruzaron una mirada inquieta.

—¿En el futuro? —preguntó Kalinda.

—No, en el presente. Está pasando ahora —respondió Felisa.

—No tiene sentido —meneó la cabeza Kalinda.

—Un elemento clave salió de Arundel, un elemento que sostenía su integridad.

—Iriad... —murmuró Orel, horrorizado—. Iriad ha muerto.

—Pero si Iriad murió, alguien debió tomar su lugar —opinó Kalinda.

—No están prestando atención —los reprendió Felisa—. No dije que nadie hubiera muerto, dije que salió de Arundel.

—¿Iriad salió de Arundel? ¿Cómo? —inquirió Kalinda.

—Intercambió lugares con la Llave de los Mundos —explicó Felisa.

—Pero... ¿por qué?

—Eso es precisamente lo que necesito entender. Eso, y por qué esta gema solo posee la mitad de las instrucciones de cómo estabilizar Sorventus.

Kalinda y Orel solo se la quedaron mirando con la boca abierta.

LA REINA DE OBSIDIANA - Libro VIII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora