CAPÍTULO XXXII

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¡MIS SOSPECHAS ERAN CIERTAS!

Daniel Valencia se comunicaba a menudo con su hermana Marcela; Desde que ésta había partido hacia el viejo mundo, él había caído en cuenta poco a poco, por primera vez en su vida, de la realidad de su soledad. ¿Por qué resentía tanto la ausencia de su hermana, si antes invertía poco tiempo en compartir con ella, a pesar de tenerla cerca? ¡Estaba deseando que llegara agosto parar ir a visitarla, como le había prometido! ¡Si había personas en el mundo, con quienes él era afectuoso, esas eran sus hermanas! ¡Ah, tal vez aquí cabía el dicho aquel que citaba: No se valora lo suficiente lo que se tiene, hasta que se pierde o, en este caso, hasta que se aleja! Daniel amaba a sus dos hermanas, pero siempre compartió más tiempo e intereses en común con Marcela, de tal forma, que la inesperada partida de ella, le había afectado más de lo que alguna vez imaginó. Él no estaba acostumbrado a las sorpresas, mucho menos las desagradables, así que saber que su hermana, además de no casarse con Armando, se tenía que exiliar forzosamente por culpa de éste, le resultó de lo más intolerable.

Daniel escuchó a su hermana contar de forma breve los motivos de su viaje y, aunque estaba seguro de que había una historia más grave que estaba obviando, prefirió no indagar. Daniel se dio cuenta de que su hermana estaba sufriendo más de lo que decía pero que, con sus preguntas, no ayudaría más que a aumentar el desprecio que sentía por Armando Mendoza, pero sobre todo, que ese mismo sentimiento podía alcanzar a la doctora Beatriz Pinzón, a quien lejos de odiar, estaba empezando a admirar y compadecer. ¿Cómo podía admirarla y compadecerla al mismo tiempo? ¡En el fondo Daniel Valencia siempre había admirado a Beatriz! ¡Un sentimiento que muy pocas personas le inspiraban, mucho menos una con el físico que tenía Beatriz! ¡Ah, por ese físico es que nunca quiso aceptar lo que le inspiraba, mucho menos intentó ser un poco más cortés con ella! ¡Ese físico tan ridículo, tan feo, que desapareció de un día para otro, como la fea portada de un libro que no atrae ni un poco a primera vista, pero luego de leerlo un poco, te das cuenta que es más que una portada! La admiración nacida de las muchas veces que cruzaron palabras, encontronazos desafortunados, comentarios sarcásticos y provocaciones muchas veces con la intención de ver si lograba hacerla perder la compostura, si trastabillaba, si era capaz de conseguir de ella algún favor, alguna cuota de duda sobre si seguir siendo parte de los aliados de Armando o unirse a los suyos. Admirada de ella su inteligencia, su sagacidad, su madurez, pero sobre todo su lealtad, aunque al final, eso terminara casi por arruinarlos a él y toda su familia. Sin embargo, también la compadecía por haber terminado involucrada con el hombre más estúpido, inepto, odioso, que había, según él, en todo Bogotá. No podía entender cómo había caído presa de los mustios encantos de Armando Mendoza.

--No pensé que la cancelación de tu matrimonio con el cretino de Armando, iba a resultar en la ridícula decisión de exiliarte. Tú, Marcela, que siempre has amado Ecomoda más allá de ser tu fuente de trabajo, de dinero, tu seguro de vida. ¿Vas a renunciar así de fácil? –Dijo Daniel, sorprendido. —

--Las cosas no son de esa forma en que las estás planteando, es más complicado, Daniel. Te juro que mi partida no es definitiva, es solo un tiempo que necesito alejarme de todos y de todo. —Dijo Marcela, un poco más tranquila, después de haberse desahogado un rato aventando a la basura algunas cosas que habían quedado de Armando en su departamento. —

--Sabes que siempre estuve en desacuerdo con que te casaras con ese perdedor, pero ahora no sé qué pensar... Dime algo, hermana, ¿Armando te dejó o tú lo dejaste?—Dijo Daniel—

--¿Eso importa? –Dijo Marcela, poniendo cara de amigos. —

--A mí me lo puedes decir, no voy a sobarte la cabeza, mientras por dentro me estoy riendo de ti, como lo hace tu amiguita Patricia. –Dijo Daniel—

YSBLF_ El Matrimonio (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora