Capítulo 46

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Subimos las escaleras en silencio, todas las puertas de las habitaciones contiguas se encontraban cerradas y al ser cerca de las doce de la noche, probablemente todos se encontraban durmiendo. Entramos con precaución a mi habitación y antes de cerrar la puerta, Jared se quedó fijamente observando todo a su alrededor. Cerré levemente y luego lo miré, él se encontraba contemplando mis cuadros, mis fotografías, mis collages y todas las cosas que había creado con mis manos encima del escritorio: como un árbol para colgar aretes. Caminó lentamente hasta una pared y se quedó mirando la fotografía que aún no había sacado de Stefan y yo hace algunos años en un parque cerca de su casa, él estaba mirando la cámara con un poco de seriedad y yo aparecía haciendo una mueca. A Jared se le desapareció la sonrisa de la cara y frunció el ceño, pero no con molestia, sino como si se hubiese decepcionado por tan mala fotografía.

—Olvidé quitarla —comenté rápidamente. Me acerqué a él y me quedé a su lado mirándola.

—¿Stefan estaba molesto?

Esbocé una sonrisa.

—Siempre lo estaba un poco cuando se me ocurría fotografiar todo lo que hacíamos, pero al menos le di una buena descripción —me encogí de hombros.

Él me observó por algunos segundos y luego quitó la fotografía de la pared, la volteó y comenzó a leer lo que allí había, lo acompañé, pues no recordaba lo que había puesto hace tanto tiempo.

"Stefan & Camile

Era una linda primavera en Portland ¿puedes ver el bello color del césped? No se aprecia demasiado, pero había un sinfín de margaritas alrededor. A Stefan no le gustan muchísimo las fotografías, sobre todo cuando me obsesiono con ello, pero ¿cómo evitarlo? Es un pecado no fotografiar TODO en primavera. Pero, de acuerdo, tal vez Stefan tenga razón y deba aterrizar un poco."

Jared no dijo nada, sus labios formaban una línea recta. Suponía que ya había terminado de leer, pero tenía la mirada pegada a las letras que había escrito.

—¿Todo bien? —me atreví a preguntar.

Él asintió levemente, luego alzó su mirada y me observó directamente a los ojos.

—Estoy feliz ¿sabes? —dijo, pero la verdad es que no se le notaba a flor de piel que lo estuviese, así que sólo esperé a que continuara —Estoy feliz de haber aparecido en tu vida. Ya nunca más tendrás que escribir estas descripciones tan... —volvió a mirar las palabras —tristes.

—¿Tristes? —bajé la voz.

—Así es, Camile —frunció el ceño —. Conmigo puedes sacar todas las fotografías que se te den la gana y llenar todas las paredes de ellas si eso es lo que deseas, sonreiré para ti en todos los lugares que quieras fotografiarnos y todas las descripciones que hagas de ahora en adelante serán alegres porque yo quiero hacerte feliz.

No pude evitar que sus palabras atravesaran todas las paredes de mi corazón, sentí un pequeño pinchazo en los ojos y de inmediato me lancé a abrazarlo con fuerza, él me correspondió el abrazo de inmediato.

—Siempre viene algo mejor ¿no? —comenté mientras seguía colgada de su cuello como una niña pequeña.

Él se separó un poco de mí y tomó mi rostro con ambas manos.

—Teniéndote aquí en frente, no tengo la menor duda —me sonrió.

Jared se quedó un momento más apegado a todas las cosas que hacía, así que me entró mi Camile parlanchina y emocionada. No pude evitar enseñarle mis libros con fotografías además mis trabajos escolares y universitarios de periodismo, las revistas que había hecho y un sinfín de cosas más que Jared leía y contemplaba con admiración. Me hizo un sinfín de preguntas al acabar de leer algunos de mis ensayos acerca del amor, la juventud, la primavera en Portland o el café de todas las mañanas antes de la universidad. Jamás, en mi vida, le había enseñado tanto de mí a una persona, ni siquiera a Stefan que me conocía hace muchísimo tiempo más que Jared. Él nunca se había interesado en saber tanto acerca de mis pasiones, de mis obsesivas ganas de fotografiar o tomar café antes de comenzar el día.

El destino que no soñéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora