XXXI

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FREYA

Ya era costumbre que caminara nerviosa de un lado a otro en su habitación.

Pero esa noche era la decisiva.

Se revelaría la fecha de su unión con Adler.

Siendo la distracción perfecta, de lo que desencadenaría su huida esa misma madrugada, cuando todos estuviesen descansando.

Confiados en que tendrían algo de tregua para pensar en el paso a seguir.

Habían decidido hacerlo de esa manera, para no dar a conocer sus verdaderas intenciones.

Aun le dolía la cabeza, y su mejilla lucía un poco decoroso cardenal, cortesía del sapo asqueroso de Black.

El cual por más de que la doncella impregnó su rostro de polvos, seguía trasluciéndose. Sin embargo, eso no la detendría.

Ahora menos que nunca.

No podía más que lucirlo con orgullo.

No se lo había buscado.

Además, combinaba con su bonito vestido blanco, de bordados de oro y perlas en contraste.

Demasiado virginal a su parecer, pero el escote le hacía honor a su personalidad.

Todo un escándalo.

Era el indicado por las normas, pero gracias a su abultada delantera, sus pechos se escapaban de desparramarse, dando una ilusión lasciva para el que observase detenidamente esa área.

En cuanto a su frente y la sutil herida que tenía en esta, el peinado la ocultaba.

Entre tanto a su labio partido...

Ese tampoco tenía remedio.

Parezco toda una dama maltratada por su esposo alcohólico, adicto al juego y sumándole a eso quebrado.

Por lo menos ya se cómo no veré estando en brazos de Adler.

El sí sabe cómo tratarme.

Es que, es perfecto.

—Lady Allard —Lilian la sacó de su letargo —. Lord Beaumont espera por usted —asintió en respuesta tras exhalar poniéndose los guantes, y dirigiéndose a lo que sería la noche decisiva.

Un paso en falso y su felicidad, en conjunto con la del hombre que ahora sabía que amaba, quedaría destruida.

Tenía que ser cuidadosa y decidida.

—¿Cómo te sientes? —ni bien estuvo frente a su hermano, besó su mejilla sana —. Espero que descansar el día anterior te haya ayudado en algo —asintió abrazándole mientras en respuesta besaba su coronilla.

Estar a su lado le daba seguridad.

Con respecto a lo que dijo, en eso tenía razón, pues al tener excusa para ausentarse lo que restó del día anterior le sirvió para tranquilizarse con respecto a los pensamientos turbosos, teniendo como apoyo a Luisa, que no la desamparó en ningún momento, pese a que le indicó que estaría bien si asistía la cena.

—Estoy mejor de lo que aparento —le sonrió con sinceridad después de apartarse —. Y lo estaré mucho más, cuando este así sea por unos días lejos de Londres —lo tomó del brazo emprendiendo rumbo al salón.

No estaba hablando de más.

Era bien sabido que después de la boda harían un viaje.

Así que las sospechas sobre su plan estaban más que cubiertas de oídos indiscretos.

PROTEGIENDO EL CORAZÓN (LADY SINVERGÜENZA) © || Saga S.L || Amor real IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora