INTRODUCCIÓN

504K 44.9K 66.5K
                                    


Ven, lector, siéntate a mi lado,

voy a contarte una historia de un no muy lejano pasado.

Más allá de las rosas y las dalias, de los cerezos y las encinas...

más allá de todo ello... nació la reina de las espinas.



Hubo una vez una chica que amaba cantar, bailar y pasear

y a la que su madre adoraba acompañar y coronas de flores colocar.

Su padre viajaba mucho, pero ella sentada en su ventana lo esperaba

y, al llegar, él siempre una rosa roja le regalaba.



La chica amaba las rosas, las atesoraba todas.

En sus ropas las bordaba, rojas, hermosas.

Sus amigos empezaron a bromear llamándola Reina de las flores

y ella les sonreía, alegre, sintiendo que la llenaban de cumplidos y honores.


Pero llegó la catástrofe, y con ella las rosas empezaron a marchitarse.

Una manta negra, podrida, hizo que la gente empezara a agitarse.

Sus padres, con amor y cariño, de todo siempre la protegieron.

Tuvo suerte, pues muchas madres... a sus hijos ya nunca más vieron.


Y, aunque la manta negra se marchó, dejó tras de sí un rastro triste, vacío

que a todos contaminó, llenando las calles de un silencio sombrío.

La gente tosía, lloraba y moría, no había excepción.

Ni siquiera los ricos eran capaces de huir de esa maldición.


Y la chica, impotente, a su madre intentó animar,

pero ella, triste y preocupada, ni siquiera se pudo levantar.

Así que, como cada noche, la chica junto a la ventana se sentó

pero aquella vez... su padre ya no volvió.


La chica y su madre todo lo demás perdieron

y cada vez más pequeñas... y más... y más... se hicieron.

Su madre ya nunca sonreía, ni bailaba, ni reía.

Y, pocas semanas después, de pena también moriría.


Así que la chica, triste y sola, sintiendo roto su corazón

tuvo que aprender a vivir sin ninguna emoción.

Trabajaba y trabajaba, buscando una razón para vivir

aunque, en el fondo, sabía que nunca más podría sonreír.


Ni siquiera las rosas podían ya consolarla.

Se marchitaban en sus manos y las espinas sus dedos dañaban.

La gente la señalaba, entre burlas y risas,

y, sin ninguna compasión, la llamaban la reina de las espinas.


La chica trató de luchar, su triste corazón intentó curar

aunque pronto se dio cuenta de que no podía ganar.

Una noche, al salir del trabajo, sintió que ya no podía seguir

y, al llegar a un puente, cerró los ojos... y se dejo ir.

Esperó la muerte, pero esta no llegó.

En su lugar, una suave voz la llamó.

Esa voz la trajo de nuevo a la vida

y cuando abrió los ojos, supo que todo cambiaría.


La chica sintió la vida volver a su cuerpo

y pensó que la aguardaría una vida sin sentimientos.

Pero cuando por fin abrió los ojos y vio su rostro

supo que su corazón ya nunca más estaría roto.


La chica lo amó con toda su alma,

y pasó los años a su lado, sintiéndose por fin en calma.

Y el chico siempre la miraba con si fuera

lo más importante que había tenido en su vida entera.


Pero el chico tenía una maldición.

Amarla... sería para ambos una perdición.

Trató de escapar de su oscuro destino

pero el malvado brujo ya aguardaba en su camino.


Y, aunque él trató de protegerla,

sabía que era cuestión de tiempo que el brujo consiguiera verla.

Cuando él llegó, el chico trató de salvar a su amor

y al no conseguirlo, por primera vez, él sintió romperse su corazón.


Treinta años dormiría ella en algún lugar

Cuando despertara... nada volvería a ser igual.

La chica ya no recordaría quién era,

pero el chico estaría condenado a amarla durante su vida entera.


Y el chico, sin poder hacer nada, la vio desparecer

Durante años la buscó, hasta finalmente desfallecer.

La encontraría, se dijo a sí mismo, lo haría

y el día que la encontrara... todo cambiaría.


Fecha de publicación: 19/10/2020

La reina de las espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora