Capítulo 8.

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—Marjorie...—susurré. —Por favor, deja de jugar y vuelve.

Byron quedó detrás de mí, acomodó una mano sobre mi hombro llamando mi atención. Estaba tan asustada, que en cualquier momento empezaría a llorar; había una niña pequeña perdida quien sabe dónde. No conocía el barrio, y mucho menos sabría volver al bloque de apartamentos.

Tenía que ir en su busca. No quería que le pasara nada malo; la gente mataba, o secuestraba con el fin de hacer daño a los demás (el mundo se había vuelto loco). Aparté la mano de Byron, y giré sobre los talones para buscar mi abrigo. Lo cogí de inmediato y cerré la puerta de un portazo.

Cualquier otra persona hubiera llamado sin dudar a Ethan, pero yo tenía la necesidad de encontrarla sana y salva. Corrí escaleras abajo sin darme cuenta que alguien me estaba siguiendo. El tropiezo de unos pies llamó mi atención.

— ¿Byron? —Había caído, quedando sentado en los últimos escalones.

Era mi problema, y no lo podía involucrar.

—Voy a ir contigo —intenté negarme, pero él no me dejó. Se levantó con fuerza, y con una sonrisa empezó a acercarse hasta mí. —No pienso dejarte sola. La encontraremos.

¿Por qué su madre no era como él?

Si la bruja al menos tuviera una parte de sentimientos de los que tenía Byron...seguramente dejaría que comenzara un romance con mi padre. Pero ella no era así; algo buscaba.

Cogí la mano que él me tendió, y salimos del edificio corriendo. Las calles estaban vacías; los pocos transeúntes que paseaban, negaban haber visto a una niña de unos seis años. La desesperación empezaba a acabar con nosotros, y sacábamos fuerzas de donde podíamos.

Los pasos aumentaban, el cansancio nos consumía.

—Será mejor que vayamos en coche —Propuso Byron.

—No —negué con la cabeza. —Lo mejor es separarse. Tú búscala en coche, y yo seguiré andando.

No estaba muy convencido.

—Pero puede ser peligros...

—Peligroso es que una niña pequeña esté sola en la calle. A mí no me pasará nada malo —lo abracé. —Confía en mí.

—No te separes del teléfono móvil. Si alguno de los dos la encontramos, —miramos a la vez la batería—llamada.

Asentí con la cabeza, y nos separamos.

El frío helaba mis mejillas, dejándolas sonrojadas. Los labios tiritaban, y de vez en cuando me refugiaba hasta la nariz dentro del cuello del abrigo.

— ¡Marjorie! ¡Marjorie!

«Ni con un condón brillante te encuentro. ¿Dónde estás?»

— ¿Evans? Ven aquí —silbé, algo que no debí hacer, ya que ella no era un perro—Te prometo que no estoy enfadada contigo. Solo volvamos a casa, antes de que me dé por suicidarme. ¡Por favor!

La idea de hacerme mayor empezaba a ser una mierda.

Bendito Peter pan y el país de nunca jamás.

Si perdía a Marjorie, tal vez en un futuro pasaría igual con mis hijos. Nadie se casaría conmigo; acabaría rodeada de gatos (aunque seguramente me abandonarían).

Quería ser otra persona, pero por mucho que lo intentara y luchara día tras día, no podía.

Era terrible ver como los demás te miraban por encima del hombro por parecer una chica tonta por ser algo torpe y tener mala suerte. Cuando Ethan se fijó en mí, pensé que todo había cambiado, que los demás me mirarían diferente.

¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora