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Phoebe no sabía qué diablos estaba sucediendo, pero ya estaba harta de que Regulus la ignorara. Grimmauld Place era enorme, así que se le hacía muy fácil evitarla en el día, escondiéndose en lugares como la habitación que antes pertenecía a su prima Bellatrix, un lugar que Phoebe nunca pisaría. Por la noche, Regulus trataba la puerta de su habitación. O lo había hecho la primera noche, y Phoebe, indignada, no había vuelto a insistir.

Pero ya habían pasado más de dos semanas y Phoebe se cansaba de no tener una explicación de porqué el hombre había comenzado a ignorarla, y ya no sabía con quién hablar. ¡Hasta había comenzado a entablar conversaciones con Walburga Black sin insultos de por medio!

Según ella, estaban bien. Muy bien, de hecho. Habían superado las inseguridades que sentían respecto a su relación, su padrino finalmente aceptó su relación y habían pasado una noche maravillosa en su cumpleaños, y muchas otras veces más, así que realmente no entendía qué le sucedía a Regulus y porqué se había alejado de ella.

Pero estaba dispuesta a averiguarlo, así tuviera que perder su dignidad.

Caminó hacia la sala de estar, donde Dora estaba acariciando a Loki, el gato que se había conseguido hacía pocos días.

—Hola, Dora —saludó la menor—. ¿Has visto a Regulus?

—En la biblioteca —respondió la metamorfomaga con una sonrisa amable.

Phoebe sonrió agradecida.

—Gracias, Tonks. Por cierto, si vuelvo a ver a ese gato entre mi ropa, lo voy a descuartizar. Me llena todo de pelo.

Nymphadora rodó los ojos.

—No es mi culpa que sea travieso, Phoe. Y Sirius me dejó conservarlo, aprende a vivir con eso —Phoebe la miró ofendida y comenzó a dirigirse a la biblioteca.

Sabía que Dora amaba los mitos y leyendas, pero ¿ponerle a tu gato el nombre del Dios del Engaño? Sí, a Phoebe le parecía un poco exagerado, pero no iba a meterse. Tenía asuntos más importantes que resolver.

Entró sigilosamente a la biblioteca y pasó su mirada por el lugar, buscando al Black menor. Él hombre estaba en uno de los sillones individuales, leyendo un viejo libro de Artes Oscuras con una copa de vino en la mano. La chica se dirigió a él a paso firme, cruzándose de brazos para demostrar su descontento. Cuando Regulus la notó, dejó el libro en la mesa y la miró.

—Maldición —murmuró.

Ella rodó los ojos.

—Sí, sí. Lo que digas.

Regulus suspiró.

—Phoebe...

—Ah, no. Yo hablo y tú escuchas, porque me cansé de que me ignores —espetó. Regulus se removió incómodo, pero decidió escuchar lo que la pelirroja tenía para decir—. ¿Qué diablos te está pasando? Porque un día estamos bien, y luego estamos mal. Y pareces que estás feliz cuando yo estoy de rodillas y...

—¿Estás recitando Should I Stay or Should I go de The Clash? —interrumpió Regulus, reprimiendo una sonrisa.

—No.

—¿No?

—Bueno, sí —admitió la chica—. Pero tú me dedicaste Michelle de The Beatles y no me burlé. De hecho, casi lloré.

—Lloraste —corrigió Regulus.

—Sí, bueno. Cualquiera lloraría si le dedican una canción de The Beatles y yo soy sensible. No estábamos hablando de mí —le dijo molesta, cuando vio lo que intentaba hacer.

Sixteen [Regulus Black]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora