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Tal y como predije ayer, hoy es un día duro: me llueven felicitaciones de cumpleaños atrasadas junto a un ápice de tristeza y timidez en la voz de los que me dedican esas palabras. Todos saben que se cumple un año de la muerte de Will, pero nadie lo menciona, solo se limitan a felicitarme por mi cumpleaños. Creen que por no mencionarlo nadie se acordará o algo por el estilo, pero todos sabemos que las cosas no funcionan así.

—¡Live! —grita una voz familiar en el pasillo en el cambio de clases.

Me vuelvo y veo a Blair andando hacia mí. También la acompaña Elina.

Blair Jeffery avanza hacia donde me encuentro con su cabello rubio y liso ondeándole en el aire, mirándome a los ojos con los suyos grandes y de color caramelo bajo unas gafas que destacan en su rostro. Su cuerpo alto y atlético atrae algunas miradas por sí solo, pero hoy en especial lo hace más porque lleva puesto su uniforme de animadora.

Por otro lado, Elina Matthews da zancadas en el pasillo para poder seguir el ritmo de Blair a causa de su cuerpo bajito y sus piernas cortas. También me sonríe y percibo cómo la alegría le llega a esos ojos azules y observadores de ella, que solo se ven un poco eclipsados por su pelo lacio y negro perfectamente peinado con una raya en medio.

—¡Eh, Live Royce! —exclama Elina con su voz alegre y cantarina—. ¡Felicidades!

—Muchas gracias —logro murmurar cuando me envuelve entre sus brazos y casi me deja sin aire.

—Te sientan bien los dieciocho —comenta amablemente Blair—. Ayer no te envié un mensaje porque... —empieza incómodamente. Sé que quiere mencionar lo de Will y que no quería agobiarme y tal, pero no lo hará—. Prefiero hacerlo en persona —zanja con una sonrisa forzada.

Al contrario que Elina, a Blair la sonrisa no le llega a los ojos, pero igualmente aprecio el gesto. Ellas dos, junto a Marcus, son las mejores amigas que cualquiera podría pedir. Llevamos juntas desde que empezamos el instituto y, pese a la muerte de Will, no se han alejado de mí.

Su amistad entre ellas es más fuerte, pero yo tengo a Marcus, por lo que nuestras relaciones son bastante similares.

—Gracias —agradezco—. ¿Qué clase tenéis ahora?

—Literatura —responden al unísono.

—Oh, vaya —digo chasqueando la lengua—, yo tengo español. ¿Nos vemos a la hora del almuerzo?

—Claro —afirma Elina con una sonrisa de despedida.

Me separo de ellas y continúo hasta llegar a mi aula.



La hora de español se me hace tremendamente eterna por el aburrimiento, pero, afortunadamente, termina antes de que mis ojos cedan y se cierren. El timbre marca el final de la clase y, soltando un suspiro de alivio, abandono el aula y me encamino hacia la cafetería, donde veo a Elina, Blair y Marcus sentados en nuestra mesa habitual.

Justo cuando me dispongo a avanzar hacia ellos, una mano me frena por el codo, provocando que gire sobre mis talones para descubrir a quién pertenece ese tacto tan suave y sedoso.

Para mi sorpresa, me encuentro con el rostro perfecto de Olympia Miller, flanqueada por el cuerpo intimidantemente recto de Carter. Sí, Olympia y Carter, los súbditos de Mors, de la Muerte. Dos mortems con apariencia humanamente normal.

La única reacción que soy capaz de realizar es abrir los ojos como platos de manera involuntaria.

—Olive—saluda ella con una expresión divertida—, ¿cómo estás?

Hasta que la vida nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora