1| Déjame abrazarte

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—¡Lo logramos!

   Un grupo de treinta y tanto alumnos elevaron sus gorros negros hacia el atardecer despejado. Los cuales volvieron a caer lentamente en las manos alzadas o bien, al piso.

   Risas y gritos.

   Diplomas y abrazos.

   Despedidas y lágrimas.

   Una melena ondulada y de tonos castaños claros era movida por el viento, Sila corría para acercarse a mí con visible alegría plasmada en la mirada.

   Cuando tuve su rostro a mínima distancia no pude evitar acariciarlo, ese par de esmeraldas seguían enloqueciéndome como el primer día.

   Solté sus manos para que libremente abrazara a Özlem y Azzad, la segunda, también egresada, estaba muy feliz. Sabía lo que sentían; pues yo un año atrás lo había vivido.

   El evento estuvo muy emotivo, la decoración en colores azules y algunos tonos de lila más las luces que iluminaban cada esquina y la parte central transmitían una enorme calidez y comodidad.

   A varios compañeros de Sila se le escaparon algunas lágrimas, seguramente por sus mentes se colaron anécdotas que habían vivido juntos. Pues... El sentimiento más profundo se suele presentar en aquellos momentos que parecen el final.

   No supe en qué instante mi amada tomó mi mano y frunció levemente el ceño, a causa de mi estado ensimismado.

   —¿Te pasa algo, Osman? —preguntó intigada, su semblante se tornó serio.

   —No, claro que no. —Reí—. Solo estaba pensando... —Saqué el birrete que posaba en su cabeza, para seguidamente ponerlo en la mía-. Esto ya no lo vas a ocupar así que me pertenece —aseguré al mismo tiempo que levantaba mi mentón con suficiencia.

   —Oye.

   La interrumpí antes de escuchar una queja por mi comportamiento infantil.

   —¿Ya te diste cuenta que dieron por finalizado el acto escolar? —Enarqué una ceja. Sabía que ella me estaba prestando atención a mí y no escuchó el discurso del director Motan.

   —¡Vámonos ya, qué tanta cursilería se están diciendo! —Se quejó Azzad—. Era una broma, lo último. —Aclaró al notar que Sila y yo no le hallábamos sentido a sus palabras.

Y tampoco el chiste.

   —¿Por qué tanto apuro, hija? —habló Özlem mientas guardaba con sumo cuidado los diplomas que recibieron las chicas en su bolso de terciopelo rojo.

   —Mi vestido de graduación azul marino con escote en V y falda larga me está esperando en casa. —Hizo puchero al mismo tiempo que se cruzaba de brazos, ganándose así una carcajada de parte de su madre.

   —Pareces niña pequeña con juguete nuevo. —Me burlé, a lo que ella me dedicó una mirada de soslayo, posteriormente arrugó la nariz y sacó la lengua—. ¡Correción! —Acomodé mi gorro, eres una niña malcriada. —Repetí su acción anterior.

   Salimos del lugar sin pausar lo que parecía ser un programa para infantes interpretado por adultos inmaduros.

    —Osman, te va a dar un pre-infarto cuando veas el vestido de Sila —dijo al mismo tiempo que elavaba sus comisutas en una sonrisa pícara.

   —Hasta la toga le queda hermosa, así que no dudo de la veracidad de tus palabras -rieron al unísono ella y Özlem.

La nombrada se cubrió el rostro con ambas manos, avergonzada. Sin embargo, pude ver que estaba sonrojada.

OsmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora