Parte XII: BAJO ÓRDENES VILES - CAPÍTULO 132

54 9 5
                                    

CAPÍTULO 132

—Zoltan está planeando una guerra —dijo Cormac, reacomodándose en la silla y apoyando los codos sobre la mesa de la cocina de Antoine.

Pierre estaba sentado del otro lado de la mesa y Liam estaba a la derecha de Cormac. El viejo Antoine iba y venía, buscando algo para ofrecerles a los invitados de su hijo. Al parecer, estos dos extranjeros eran enemigos de Zoltan y estaban aquí para planear su destrucción, lo cual Antoine tenía la intención de apoyar sin condiciones.

—Eso no es noticia para mí —respondió Pierre con amargura.

—Esta no es una guerra como las que has visto antes, Pierre —prosiguió Cormac—. Esta guerra llevará a la destrucción de toda Ingra, de toda la humanidad. Zoltan está equivocado si piensa que podrá sobrevivir y quedarse con el poder que ambiciona.

—Zoltan no se embarcaría en una guerra que no puede ganar —meneó la cabeza Pierre—, no después de lo que pasó en Virmani.

—Zoltan ha sido manipulado para creer que tiene una buena oportunidad de ganar.

—¿Por quién?

—El Mago Mayor de Istruna.

—Entonces, es como siempre, una cuestión entre magos —concluyó Pierre.

—Podría decirse, sí, pero es un poco más complicado que eso —intervino Liam.

—Lo importante aquí es detener a Zoltan —dijo Cormac, que no tenía intenciones de abrumar a Pierre con toda la historia de Arundel y los sylvanos—. ¿Puedes convencer a Ariosto para que dilate las cosas hasta que podamos encontrar la forma de frenar a Zoltan?

—Ariosto está muerto.

—¡Muerto! —exclamó Cormac, sorprendido.

—La versión oficial es que tuvo un ataque al corazón provocado por la pena de la ausencia de Sabrina —explicó Pierre—. Pero el último en estar con él a solas fue Zoltan. Los sirvientes escucharon una fuerte discusión entre los dos y el médico real me confesó en secreto que había marcas en el cuello del rey cuando lo revisó. Zoltan lo asesinó y tomó su puesto. Ahora es regente de Marakar.

—Se mueve rápido —murmuró Cormac para sí.

—Es por eso por lo que necesitamos que Sabrina vuelva y reclame el trono. Solo ella puede sacar a Zoltan del poder.

—Sabrina no puede venir a hacerse cargo en este momento —meneó la cabeza Cormac—. Tiene otras funciones importantes que cumplir.

—¿Qué funciones? ¿Dónde está exactamente? ¿Por qué no son claros al respecto? —cuestionó el capitán.

—Ella no puede venir —repitió Cormac sin dar más explicaciones—. Por eso estamos aquí. Fuimos enviados a lidiar con este asunto.

—¿Y cómo piensan hacerlo? Ariosto no puede ayudarlos, y si Zoltan se entera de su presencia en Marakar, sus cabezas terminarán clavadas en picas —espetó Pierre.

—Necesitamos saber cómo hizo el Mago Mayor de Istruna para manipular a Zoltan —dijo Liam—. Necesitamos saber cómo empezó todo esto.

Antoine puso unos vasos de cerámica en la mesa y sirvió vino de una jarra.

—Yo no, gracias —alejó el vaso de sí Liam.

—Es nuestro mejor vino, se lo aseguro, señor —dijo Antoine.

—Estoy seguro de que así es, pero yo no tomo alcohol —explicó Liam.

Antoine lo miró con desconcierto:

—¿Qué puedo ofrecerle entonces, señor? —preguntó preocupado.

—Agua está bien —contestó Liam.

Antoine frunció el ceño, pero no insistió. Al cabo de un momento, trajo una jarra con agua y una bandeja de madera con queso cortado y trozos de pan.

—Gracias —aceptó Liam, metiéndose un trozo de queso en la boca y masticando de buen grado.

—¿Qué importancia tiene la forma en que empezó todo? —protestó Pierre, volviendo al tema de Zoltan.

—Según lo que sabemos, es la única forma de detenerlo —dijo Cormac—. ¿Hubo algún incidente? ¿Algo que llevó a Zoltan a tomar la decisión de comenzar los preparativos para esta guerra? Tuvo que haber algo. Piensa, Pierre.

—De hecho, hubo algo —asintió Pierre—, o más bien alguien.

—¿Quién?

—Mordecai Linus.

—¿Quién es Mordecai Linus? —preguntó Liam.

—Un Adivinador —respondió Cormac—. Zoltan lo odia por haber errado sus predicciones en la batalla de Virmani. Está pagando su error en las mazmorras desde hace treinta años.

Estaba —corrigió Pierre—. Zoltan lo liberó.

—¡¿Qué?! —exclamó Cormac con franco asombro—. ¿Cómo logró ese viejo zorro convencer a Zoltan para que lo deje ir?

—No lo sé exactamente —respondió Pierre—, pero allí fue donde comenzó todo. Mordecai mismo me anticipó que recibiría órdenes para preparar a mis soldados y así fue.

—Tenemos que hablar con ese Mordecai —opinó Liam.

—Eso no será sencillo —suspiró Pierre—. Después de su liberación, Zoltan le ofreció quedarse a vivir en el palacio, pero Mordecai se escabulló por la noche y desapareció. Nadie lo ha visto desde entonces.

—No lo culpo por no quedarse junto a Zoltan —comentó Cormac—. En su lugar, yo también habría huido lo más lejos posible del psicópata que me encarceló para aliviar la frustración de su propio fracaso.

—¿Dejó alguna pista? ¿Dijo algo que indicara a dónde iría? —preguntó Liam, aunque sabía que eso era poco probable.

—Nada —meneó la cabeza Pierre—. Cuando le pregunté qué iba a hacer ahora que estaba libre, solo me dijo que iba a disfrutar del sol. Para estas alturas debe estar muy lejos.

Liam y Pierre se quedaron en silencio, con los rostros preocupados. Cuando vieron que Cormac bajaba el vaso de vino de sus labios y sonreía de forma infantil, ambos lo miraron con el ceño fruncido.

—¿Qué es tan gracioso? —le espetó Liam al viejo bibliotecario.

—Oh, Liam —dijo Cormac sin dejar de sonreír—. Me conoces, sabes de mi don. Guardo en mi memoria todos los datos geográficos e históricos de Ingra, y sé exactamente dónde van las personas que desean disfrutar del sol: Migliana.

—¿Me estás tomando el pelo? —lo acusó Liam.

—Bueno... sí, lo siento —confesó Cormac—. No fue mi vasto conocimiento sobre geografía lo que me llevó a esa conclusión, sino una conversación que tuve con Mordecai hace muchos años en la que aseguró que "el único lugar decente para disfrutar del sol y de la vida en todo Ingra es Migliana".

—¿Estás seguro? —lo cuestionó Pierre—. ¿Mordecai está aquí en Marakar?

—Tiene sentido —intervino Liam—. Mientras todos están pensando que él ha huido a una región remota lo más alejada posible de este reino, él se esconde a plena vista.

—Exacto —le apuntó con el vaso de vino Cormac.

—¿Cuándo partimos hacia Migliana? —inquirió el expeditivo Pierre.

—Tan pronto como termine mi vino —se llevó el vaso Cormac a los labios, vaciándolo de un largo trago.

LA REINA DE OBSIDIANA - Libro VIII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora