6 - 'El mirabragas'

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6 - EL MIRABRAGAS

Estoy recorriendo un pasillo oscuro. Estoy temblando. Hace frío. Mucho frío. Huele a humedad y a sitio cerrado. Sé que tengo que caminar sin ver, porque la oscuridad detrás de mí es todavía peor que la de delante. Y sé que hay alguien más allá de toda esa oscuridad. Alargo la mano hacia ese alguien, pero no lo encuentro. Miro atrás, asustada, y veo una figura arrastrando los pies hacia mí. Lleva un vestido blanco y sucio y tiene el pelo oscuro delante de la cara. Acelero el paso, pero cada vez está más cerca. Quiero llorar, desesperada, y empiezo a correr, pero las piernas me pesan, como si me estuviera hundiendo en el suelo. Cada vez puedo moverlas menos. Intento gritar, pero no tengo voz. Y la figura se acerca cada vez más. Miro atrás, desesperada, y veo que está justo detrás de mí. Solo puedo ver dos ojos oscuros clavados sobre mí entre las hebras de pelo y una sonrisa macabra formándose en unos labios pálidos que...

Abro los ojos de golpe y me incorporo tan rápido que la cabeza empieza a darme vueltas. Me llevo una mano a la frente. Tengo una capa de sudor frío en ella. Y una venda. Oh... una herida. Me duele nada más pensar en ella. Mierda...

—¿Una pesadilla?

Levanto la cabeza al instante, paralizada, y peor me quedo cuando me doy cuenta de que estoy en mi habitación, en casa de Foster. Pero no estoy sola. Ramson está sentado en el alféizar de la ventana, mirando el jardín trasero con gesto distraído.

Ahí abajo, Kent juega con Addy felizmente. Puedo escucharlos incluso desde aquí. Creo que es por la mañana. Pero eso no es lo que más me llama la atención, no. Lo que más me llama la atención es lo que Ramson tiene en la mano. Un collar. Está jugueteando con él distraídamente.

Espera, ¡mi collar! Me llevo la mano al cuello y, efectivamente, no hay nada. Lo tiene él.

—Te lo quité cuando te traje —me dice, de nuevo sin mirarme.

¿Cómo demonios sabe lo que estoy haciendo sin mirarme? Perturbador.

—¿Qué...? —empiezo, pero me detengo cuando noto que tengo la garganta seca. Muy seca. De hecho, tengo que carraspear para poder hablar y aún así mi voz suena algo forzada—. ¿Qué haces en mi habitación?

—Obviamente, he venido a ver cómo estás.

—¿Para qué?

Él suspira y se gira hacia mí. Me revisa con los ojos de arriba a abajo un momento, como si nada, y finalmente se encoge de hombros.

—Para comprobar si sigues viva.

—Pues siento decepcionarte, pero todavía no he muerto.

Él no responde, me lanza el collar, que no sé cómo demonios consigo atrapar al aire, y se aparta de la ventana en dirección a la puerta.

—Avisaré a Foster de que...

—¡Espera!

Ramson se detiene con la mano en la puerta y veo que aprieta un poco los dientes antes de girarse hacia mí con su típico gesto indiferente.

—¿Qué quieres?

—Yo... —me paso otra vez una mano por la frente—. No... no recuerdo muy bien...

—Fuimos al castillo —me dice, mirándome—. Lograste entrar en él, no me hiciste caso cuando te dije que te quedaras quieta y te encontré con una herida en la frente y otra en la muñeca.

Bajo la mirada y veo que, efectivamente, tengo uno de los brazos vendados. De hecho, lo mantengo en un cabestrillo que tengo sujeto al cuello para sostener la mano en alto. La cabeza me zumba un poco cuando vuelvo a mirarlo. Me duele todo.

La reina de las espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora