🔸 Hoofdstuk -0🔸

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POV Jeannine

El amanecer en Bruselas siempre tiene esa mezcla de frío y humedad que cala en los huesos, pero esta mañana el aire parecía más denso, más pesado

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El amanecer en Bruselas siempre tiene esa mezcla de frío y humedad que cala en los huesos, pero esta mañana el aire parecía más denso, más pesado. El cielo era de un gris plomizo y las calles estaban desiertas, como si la ciudad misma supiera que algo estaba por suceder. Caminaba hacia el juzgado, envuelta en mi abrigo carmesí, con el cabello cayendo sobre mis hombros. A pesar de llevar años en Bélgica, todavía no me acostumbraba por completo a este clima. A veces parecía que el frío se colaba no solo en el cuerpo, sino también en el alma.

Hoy era uno de esos días en los que el trabajo me pesaba más que de costumbre. Sabía que me esperaba un día largo, lleno de decisiones difíciles y miradas juzgadoras. Mi nombre resonaba en los pasillos del poder y del crimen. No por mis victorias, sino por los enemigos que había acumulado. Uno en especial rondaba mis pensamientos. El hombre al que la gente temía incluso mencionar.

Desde que me uní a la brigada contra el narcotráfico, mi vida había sido una constante batalla entre la ley y el caos. Había dedicado años a desmantelar redes criminales que operaban desde Bélgica hasta Ucrania, pasando por mi querido Luxemburgo. Pero siempre había un enemigo mayor, uno que se mantenía oculto en las sombras, como un fantasma al que nadie podía atrapar. El "anticristo", lo llamaban, y aunque nadie había visto su rostro, su poder se sentía en cada esquina.

Me había obsesionado con encontrarlo. Mientras otros jueces temían incluso pronunciar su nombre, yo había decidido que lo vería caer. Pero no era solo una cuestión de justicia. Era personal. Cada vez que me enfrentaba a un caso nuevo, cada vez que otro criminal caía en mis manos, sabía que me estaba acercando a él. Y eso me mantenía en marcha.

Llegué al juzgado y me dirigí a mi despacho. Me senté en mi silla y dejé que los rayos de sol que se filtraban por la ventana acariciaran mi rostro. Estaba agotada, pero no podía permitirme el lujo de descansar. Entonces, la puerta se abrió lentamente.

—¡Buenos días, su señoría! —dijo Sintia, mi secretaria y amiga, con esa sonrisa sarcástica que me sacaba de quicio.

—Por favor, deja las formalidades, Sintia. Ya sabes que odio que me llames así —respondí, sin poder evitar sonreír. -Deja de bromear Sintia Cleonises.

-No me vuelvas a llamar así por Dios, no te tengo que explicar que no me gusta Cleonises. Dice furiosa al mismo instante de caminar frustrada hasta su dirección.

-¿Quién te manda a invocarme?

Sintia era la única persona en mi vida que lograba sacarme una sonrisa en medio de todo el caos. Pero hoy, incluso su humor no podía calmar la tormenta que se avecinaba.

—Amiga, tengo un problema —dijo, frotándose la sien como si el dolor de cabeza la estuviera matando.

—¿Otro más? —respondí con una leve sonrisa.

—Rupers lleva dos días sin llamarme.

Rodé los ojos. Sintia y sus eternos dramas amorosos. A veces me preguntaba cómo podía preocuparse por esas cosas cuando vivíamos rodeadas de tanto peligro.

—¿En serio? Creí que era algo importante. Pensé que debías dinero o algo por el estilo.

—¡Para mí esto es importante! —exclamó, frustrada. —¿Cuándo encontraré a mi media naranja?

—Quizás ya exprimieron esa naranja medio pueblo, Sintia pero hay magos y guayabas, no te desanimes—respondí con una sonrisa burlona.

—¡Eres imposible! —gritó, furiosa, antes de salir del despacho en un arrebato.

Me reí por lo bajo, pero mi mente pronto volvió a concentrarse en lo que realmente importaba. Me puse de pie y me dirigí a la salida del edificio. No había dado más de unos pasos cuando vi una figura masculina acercarse. Al principio, no le presté atención, pero su voz me sacó de mi ensimismamiento.

—¡Jeannine! —gritó, como si fuera el dueño del mundo.

Era Tristran. El idiota que nunca aceptó que yo fuera nombrada jueza en lugar de él. Se acercó con esa mirada arrogante que siempre me hacía querer golpearlo.

—¿Eres sorda o qué, preciosa? —dijo, acercándose más.

Me detuve y lo miré con frialdad.

-Pues si, tengo un fuerte problema auditivo, precisamente me dirijo a donde mi doctor así que no me hagas perder el tiempo "colega".

-¿Si quieres te puedo llevar? Preguntó quitandose los lentes mordiendo a la vez su labio inferior.

-No jodas intenso, dejame en paz, si te quieres acercar para utilizarme como a un trapo pues dejame decirte que mi ex intentó lo mismo y no le fue nada bien.

-Cuida tu vocabulario, las princesas no dicen groserías -

—¿Me ves con una corona y un castillo, imbécil? —le espeté en holandés, sabiendo que eso lo irritaba.

Pero justo cuando estaba a punto de responderme con alguna de sus estúpidas frases, una camioneta negra apareció en la esquina. Mis ojos se fijaron en ella de inmediato. Algo no estaba bien. Mis instintos me advirtieron antes de que sucediera.

De repente, los disparos comenzaron a sonar, y todo se volvió un caos. Me tiré al suelo, sintiendo el frío del asfalto en mi piel mientras las balas volaban sobre mí. No podía ver a los tiradores, pero sabía que eran ellos. Los hombres de Eden. Estaban aquí por mí.

El sonido de los disparos resonaba en mis oídos, y mientras me cubría, una sola idea se repetía en mi mente: **no me rendiré**. Pueden atacarme, pueden intentar destruirme, pero no lograrán quebrarme.

Este es el precio de ser una mujer en el lado de la justicia.

Obsesión Belga©(Completa✓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora