CAPITULO DIECISEIS.

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Cuando Laurel Lance llamó al encapuchado, había sido como si Oliver despertara de un muy largo trance, uno del que ni su hija lo había podido despertar, si bien a Artemisa no le agradaba mucho la abogada debía admitir que esa llamada había hecho reaccionar a su padre, como si de un interruptor se trataba.

Así que cuando esa noche su padre ingresaba al edificio de Laurel ella lo siguió, de alguna manera debía de cuidar la mala puntería de su padre. No era la primera vez que se quedaba fuera de escena, después de todo su trabajo era cuidarle la espalda a el encapuchado, pero de alguna manera se sintió una intrusa cuando su padre desconecto el comunicador que les permitía escuchar lo que el otro escuchaba, ella entendía completamente si su padre buscara privacidad en cualquier otra situación, y Dios sabía que Artemisa le había dado privacidad a su padre (sobre todo con la loca de Helena), pero estaban ahí por un llamado, uno que bien podía haber sido una trampa que el mismo detective Lance hubiera planeado de ser un poco más listo. Y fue justo esa razón por la que entro hecha una furia a la guarida, azotando su arco contra la mesa de trabajo y quitándose de golpe la máscara que le cubría la parte inferior de la cara.

— No sé qué es lo que tienes en la maldita cabeza. – espeto contra el mayor. – cada vez que Laurel pide ayuda tú vas como un perrito faldero... es como si la sensatez se te fuese del cuerpo.

— Artemisa...

— ¡Artemisa nada! – le gritó. – el comunicador es para la seguridad mutua. ¿Qué si algo me hubiera pasado? ¿Qué tal si Laurel si le dijo a su padre de mí, tu mini ayudante? Tal vez la trampa era para atraparme a mí y hacer que te entregaras.

Y Oliver no contesto, porque sabía que ella tenía razón, se había puesto en peligro, un peligro que él estaba dispuesto a correr, pero no había considerado que ponía en peligro a Artemisa.

Artemisa no le dirigió la palabra, ni siquiera cuando llegaron a la mansión y Raisa los miro confundida ante el enojo de la menor. Había algo en Laurel Lance que, hacia desconfiar a la rubia, aún no sabía que era, pero lo descubriría pronto.

Al día siguiente, luego de un día escolar siendo ignorada por sus compañeros y fingiendo que no los oía murmurar "souvenir" cada vez que ella pasaba a su lado, Artemisa al fin iría a casa, sin embargo, los planes de Thea Queen eran totalmente diferentes, ya que había hecho una cita en una prestigiosa casa de modas para ver los vestidos que ambas adolescentes usarían en la fiesta que la ciudad llamaba "del siglo".

Thea habia escogido ambos vestidos, para ella uno negro ceñido a su delgada, y aun poco desarrollada, figura con un coqueto encaje, y para la menor un lindo conjunto de un top negro y una falda semicircular color vino que le quedaba un poco más arriba de la rodilla.

— Auch. – se quejó la rubia al sentir el alfiler que se ensartaba al costado de sus costillas.

— No te muevas. – le recordó Thea sin despejar su vista del catálogo de vestidos de la casa de modas.

— ¿Esto es necesario? – preguntó artemisa con una mueca al sentir una nuevo alfiler en la parte baja de la espalda. – tengo muchos vestidos que podría usar. No he usado muchos de todos los que tengo.

— Querida sobrina. – dijo Thea bajando la revista para mirar a su sobrina con los brazos extendidos. – mi fiesta de cumpleaños va a ser el evento del año. y aunque tus vestidos son muy bonitos son de la colección pasada. Una sobrina mía jamás usara algo de la temporada pasada en un evento tan importante. – le sonrió a la menor a la que solo le quedaba hacer muecas con cada nuevo ajuste que le hacían a las prendas.

Artemisa habia salido a tomar un poco de aire a la calle, y a buscar algo de comida ya que Thea no la habia dejado comer antes para que no se le modificara su talla natural. Justo enfrente del local se hallaba una cafetería, de esas con temática de la famosa Liga de la Justicia, que al parecer habían estado salvando al mundo cuando ella y Oliver estaban en la isla. Sin importarle mucho si su guardaespaldas la seguía o no, Artemisa atravesó la avenida y entro directamente al local con pocas personas en las mesas. Los colores eran brillantes, con carteles de los superhéroes, desde Superman hasta Canario Negro, el meno que colgaba sobre la caja registradora ponía los logos a un lado de los productos que llevaban su nombre; como el café Caballero de la Noche que realmente solo era un café negro sin azúcar o la malteada Wonder Woman que solo era de vinilla con unas motas de lo que parecía ser fresa y arándano. La joven termino pidiendo dos emparedados (lo que el menú ponía como The Flash) y dos malteadas de la mujer maravilla, después de todo Thea también tendría hambre cuando acabaran con ella.

Artemisa Queen || a Arrow/Young Justice fanfic ||Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora