| Página veintiséis |

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¿Recuerdas que dije que te dedicaría un capítulo de esta historia?

Pues aquí lo tienes.

...y creo que es un buen momento para hacerlo.


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Por alguna razón ese día no duele tanto. Por un momento en ese nuevo día el sol brilla en lo más alto. Las nubes ausentes en el cielo dejaban ver un celeste cálido que observaba a través de la ventana del aula, ignorando por segundos la clase de inglés de PresentMic. 

(Nombre) no había dejado de pensar en ese instante, en aquel pasillo que conecta a los elevadores con la sala de estar, el golpe en su trasero y la calidez de aquella mano que nunca esperó tomar. Imaginaba que las manos de Bakugo eran ásperas dada su particularidad, pero en aquellos segundos juró sentir la mayor suavidad que una mano pudo darle en ese momento. Quizá una luz de esperanza, de la comprensión que necesitaba, además de escuchar sus palabras antes de terminar de cenar y marchare a su habitación un poco más tarde de lo normal.

Lo siguiente que sucedió le hacía tener esperanzas, quizá un mínimo porcentaje más a ese cero por ciento que creía al enterarse de la nueva posesión de Bakugo —su dario— y de representar una piedra en su camino. Aun sentía su tacto en la palma de su mano, lo sabía al tener un ligero hormigueo y un vuelco en su estómago cada que recreaba el momento en su mente; su brazo también hormigueaba, recuerdo de la otra mano de Bakugo al sostenerla de ahí para levantarla de un solo tirón sin que ella hiciera esfuerzo alguno... y su mirada. Neutra. Difícil de leer, pero con una sensación contagiosa de calidez; su ceño no estaba fruncido y sus labios formaban una fina línea que parecía desaparecer.

Olvidó todo por un momento, sus problemas, sus responsabilidades y sobre todo su intento de olvidarlo. (Nombre) cree que solo actuó por lástima, su raciocinio se lo dicta, pero su corazón se mantiene reacio en ese sentimiento afectivo, enamorado... ese que le permite dejar a un lado sus palabras hostiles, de quererlas esconder en un baúl para no oírlas de nuevo. Se golpea mentalmente por pensar en ello durante la clase, por desviar sus orbes zafiro a aquella cabellera que se interponía en su mirada al exterior, con las hebras inclinadas hacia abajo al mirar el libro de texto que pretende responder; sabe que aquella es una imagen encantadora de él, que es la primera vez que le ve concentrado en resolver un problema... que le mira sin temer que se dé cuenta. Se ve bien. Pero debe regresar a la realidad y creer que Bakugo solo actuó como un compañero más de clase que se preocupa por ella, a su manera; pues en los últimos años Katsuki mejoró considerablemente en sus relaciones de compañerismo dejando a un lado esos aires de superioridad, llevándolo a preocuparse por sus camaradas y ayudarlos con acciones que no eran tan obvias como otros lo harían.

(Nombre) regresó su vista a las oraciones que aún no completaba, esperando que el tiempo se pasara rápido para poder salir de ahí, al menos unos días, y despejarse de todo lo que había vivido hasta ese momento. Pensar con claridad, en la soledad de su habitación, sin tener que dar explicaciones, aunque su madre estará al pendiente de ella... quizá, para entonces, opte por salir al parque.

Por otro lado, Bakugo tampoco dejaba de pensar en lo sucedido el día anterior. Cree no reconocerse al recordar sus palabras y la forma en que le respondió —y calló— a Mina con ellas, como si conociera lo que realmente (Nombre) necesitaba en esos momentos, aunque él suponía que era en base a su experiencia y a lo frustrante que le era tener que decir cómo se sentía cuando no estaba listo, viéndose obligado a hacerlo. Pero ese no era el principal pensamiento que acosaba su mente, sino la imagen de su compañera... su cicatriz, aquella marca que ahora está en su rostro y diferenciaba a la chica de hace unas semanas con la de ahora, no en un aspecto estético, sino emocional. De alguna forma Bakugo lograba ver a través de esa cicatriz y entender lo que (Nombre) vivía en esos momentos, quizá una marca exterior que ilustra todas las interiores que se niega a mostrar, al menos delante de todos sus compañeros. La forma en que recorre su rostro le hace pensar que es el rastro que deja una lagrima. Se siente estúpido por pensar en ello y de esa forma, pero no puede evitarlo.

Diario perdido  •Katsuki Bakugō•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora