CAPÍTULO V

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- ¡Lilian es en serio, ábreme por favor! - Louis le daba fuertes y desesperados golpes a la puerta de la casa de la madre de su esposa - ¡Tenemos que arreglar las cosas!

La puerta se abrió y mostró a la mujer. Sus rubios cabellos se encontraban desordenados, no tenía ni una pizca de maquillaje y sus ojeras estaban extremadamente marcadas. Con sus hinchados ojos miraba a Louis - ¿Qué mierda quieres? - su voz sonaba rasposa y cansada, con algo de ira de por medio.

- No quiero perderte, te amo, fue algo estúpido lo que dije, en serio. Me tomó por sorpresa lo que me dijiste Lil.

- ¿Me amas? ¿En serio? - preguntó con sarcasmo - Llevamos tres años de casados, ¿Nunca pensaste que quizás en algún punto iba a querer tener hijos contigo?

- No... no lo sé, Lilian seré un padre terrible, no quiero traer a un niño al mundo sabiendo que tendrá un mal padre.

- No serás un mal padre Louis, ambos aprenderemos junto con el bebé, ¿Por qué no me dijiste eso el otro día? Lo hubiera entendido por completo.

Louis se queda en silencio, mirando a su esposa desde el otro lado de la puerta, mordiéndose el labio con ansiedad. No quería tener hijos, no con ella. Ya no sentía lo mismo que cuando se casó, era extraño, quería sentirlo, se esforzaba por hacerlo, por complacerla a ella y a sus familias. Pero no podía, el sentimiento ya no se encontraba ahí, se había desvanecido.

- ¿Dirás algo o te quedarás ahí parado? - continuó hablando, con una mano posada en su cadera y con la otra aún sosteniendo la puerta de entrada.

- Lo intentaremos, vamos a casa - los ojos de Lilian se encendieron como faroles, su sonrisa pudo haber iluminado toda una calle entera, pero el rostro de Louis expresaba completamente lo contrario.








Louis despertó, completamente desnudo, luego de haber intentado complacer a Lilian, la cuál se encontraba abrazándolo del pecho totalmente dormida. El castaño no sintió nada, absolutamente nada, pero de igual manera lo hizo con ella en cuanto llegaron a casa intentando ignorar que ya no la amaba. Se levantó de la cama como pudo intentando no despertarla y se fue a su armario para tomar su ropa y ponérsela con rapidez, necesitaba irse a trabajar, no podía ni verla a los ojos, se sentía sucio por primera vez, no sintió ni una pizca de satisfacción, nada, pero tenía miedo, miedo de que ella hubiera logrado su cometido. De que se embarace.

Tomó un plátano para no morir de hambre y salió hacia el hospital. Estacionó su auto, como todos los días y subió hacia su despacho. Se sentía extraño, diferente. Saludó a Caroline, como siempre y se sentó en su escritorio. Revisaba papeles, leía expedientes, lo normal. Pero sentía un vacío, como si le faltara algo por hacer. Comenzó entonces a caminar en círculos por toda la habitación, mordiéndose las uñas con ansiedad y mirando al suelo. Había algo en él que lo hacía cuestionarse si debería estar en otro lado además de su despacho, otro sitio. Entonces pensó en él. En sus rizos. En sus ojos verdes. En su mirada. Louis sacudió su cabeza para intentar borrar sus pensamientos, debía dejarlo atrás, su promesa había sido cumplida y no podría darle el gusto de que se volvieran a ver por ninguna razón. Era un criminal y sólo eso.

Se pasó el resto del día observando a su ventana, analizando su situación, imaginando qué es lo que estaba pasando allá abajo, ahora tenía mucha curiosidad, sintió esas ganas por bajar, por observar a sus enfermeros hacer su trabajo, a los pacientes ser tratados. A un paciente en especial, uno que por si solo no podría valerse, que necesitaba de alguien para poder mantener algo de cordura, para no terminar sucumbido por sus propios demonios.

A falta de trabajo, Louis decidió perder el tiempo metiéndose en el archivero, un lugar enorme, lleno de carpetas, de números, un lugar completamente ordenado y clasificado. Cuando Louis no tenía nada que hacer en su espacio de trabajo, iba ahí para leer y releer expedientes viejos, ojear cada página, recordar cada caso.

9 REGLAS (L. S.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora