XIV

1.8K 87 253
                                    

Los rostros de madre e hija mostraban el más puro terror.

El maldito ámbar tomo cada vez más de la niña, ya tenía medio cuerpo cubierto.

La sangre manchó la camisa de Varian, su rostro se torcía por el dolor, apenas entendió que había pasado. Vio aquella roca, vio que atravesaba su cuerpo. "Maldición" Pensó. Su cuerpo temblaba del espasmo causado por el dolor. Llevó sus manos por sobre aquella roca que lo había herido.

Ruddiger chillaba angustiado en su pequeña prisión, dando vueltas desesperado, deseando salir corriendo con Varian.

Todo parecía haberse detenido, nadie decía palabra. A diferencia de antes, Luzbel no emitió sonido alguno, ni una risa ni una burla. Nada. Sólo miraba con desprecio y desespero a aquel joven empalado frente a él.

-Eres un idiota - Dijo finalmente aquel monstruoso rey. -Destruiste el espectáculo... Si tanto querías morir les hubieras dicho a ellas. No hubieras causado tanto desastre...

Cassandra estaba congelada, sin embargo, sacudió su cabeza y se lanzó a Luzbel, pero su sirviente de roca la alcanzó y apretó contra sí mismo evitándole su intromisión.

¡Suéltame! - Le gritaba a la criatura que no le prestó atención. - ¡¡Suéltame, maldición!! ¡¡¡Varian!!!

Luzbel caminó y se acercó al joven. Su respiración era errática por culpa del dolor. Luzbel le tomó con fuerza la mandíbula y le obligó a ver al frente, hacia la gema que ya tenía a la pequeña atrapada hasta el cuello.

-¡Mírala! ¡Esto lo hacemos por ti! ¡Y tú te entrometes y causas este desastre! ¡Eres un estúpido! ¡Ahora, mírala! ¡Mira cómo otra persona termina atrapada en una gema por tu culpa!

Empujó la cabeza de Varian hacia abajo con furia. A él le tomó unos segundos para volverla a levantar y cruzó sus ojos con los de la niña. La niña se veía terrible, muy cansada y asustada.

-Varian...- Sus ojos estaban repletos de lágrimas.

Varian la miró con tristeza. El joven alquimista levantó su brazo derecho y lo estiró hacia la pequeña queriendo alcanzarla.

-No... - Dijo el ojiazul. - Por favor... No...

-¡CÁLLATE! - El hombre hizo un movimiento de su mano y las rocas desaparecieron tan pronto como aparecieron.

La roca salió rápidamente de la carne, causando con ello que se salpicara el suelo y Varian tosiera sangre. Él cayó de rodillas presionando su herida, intentando detener la hemorragia con ambas manos. Sus guantes y su camisa se empaparon rápidamente y su cuerpo comenzó a arder por culpa del dolor. Se armó de fuerzas e ignoró todo, de nuevo miró a la princesa.

-Adiós... - Le susurró la niña y le regalo una última sonrisa, mientras el ámbar la envolvía por completo.

Un grito desgarrador destruyó el silencio del salón, era Rapunzel. La mujer finalmente se quebró, lloraba amargamente con las manos sobre ese cristal rojizo que le había arrebatado su tesoro más valioso. Varian la observó y se vio reflejado en la escena. Giró su rostro hacia Luzbel y, lleno de furia, le dedicó una mirada increíblemente amenazante. A pesar de su estado, Varian quería matarlo.

-Hijo de... Perra...

-Cuida tu lenguaje - dijo el hombre y lo pasó, dirigiéndose hacia el ámbar que tenía preso a Quirin.

Luego de aquel horrible ritual, el maldito ámbar dorado se destruyó en mil pedazos, liberando al desdichado.

Quirin cayó de rodillas, desorientado por la repentina liberación. El hombre llevó su mano a su cabeza y abrió los ojos con sorpresa. Lo primero que vio fue al hombre de cabellos plateados frente a él.

Golden PrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora