Parte XV: BAJO LA MIRADA DEL ENEMIGO - CAPÍTULO 147

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CAPÍTULO 147

—No, no te acerques —detuvo Felisa a Calpar de un brazo.

—Parece que nadie se ha acercado a esa cosa en cientos de años —opinó Calpar, observando con recelo la enorme roca plantada en medio del claro, cubierta con enredaderas, musgo y detritos vegetales.

Obviamente, el problema no era el estado en desuso que manifestaba el portal. El problema era que ni Iriad ni Ileanrod estaban allí.

—Te preguntaría si estás segura de que este es el lugar, pero... —comenzó Calpar.

—Este es el lugar —confirmó Felisa—. Y la respuesta a tu siguiente pregunta es: no, no tengo idea de por qué Iriad e Ileanrod no están aquí y tampoco sé dónde están.

—Tal vez aún no han llegado —ofreció Calpar como explicación.

Felisa no contestó.

—¿Qué quieres hacer? —preguntó el Caballero Negro.

—No podemos hacer nada sin ellos dos. Nuestras opciones son esperarlos, con la esperanza de que estén en camino hacia aquí, o ir a buscarlos —razonó Felisa.

—Te conozco lo suficiente como para saber que no quieres quedarte a esperar aquí de brazos cruzados —dijo Calpar—, pero hay una tercera opción: dejar que Kalinda y Orel vayan a buscarlos y esperar aquí.

—Si me conoces tan bien —hizo una mueca Felisa—, sabes bien que esa tercera opción no es viable para mí.

—Deberías darles más crédito a esos dos —opinó Calpar.

—Esto es demasiado delicado como para dejarlo en manos de otros —dijo ella.

—¿Hacia dónde, entonces? —abrió los brazos Calpar con un suspiro de resignación.

—Hacia el embarcadero. Si Ileanrod no está aquí, de seguro estará pidiendo cuentas a Valamir.

—¿Crees que el plan de Valamir falló? ¿Crees que además de los guardias, atrajo también al propio Ileanrod?

—Puede ser —se encogió de hombros Felisa—. Los motivos de la ausencia de Ileanrod e Iriad no importan, solo importa traerlos aquí.

—¿Y el resto del grupo?

—Les daré órdenes de que permanezcan aquí, en sus posiciones. Es lo mejor.

—Como digas —aceptó Calpar con reticencia.

—Vamos.

Calpar se dispuso a seguir a Felisa, pero no logró dar más de un paso. Un extraño mareo lo invadió de pronto y cayó de rodillas en el suelo. Al mismo tiempo, Felisa sintió que la obsidiana en su pecho vibraba con alarma.

—¿Calpar? —se volvió hacia él Felisa—. ¡Calpar! —se arrodilló junto a él—. ¿Qué es? ¿Qué te sucede?

—No puedo creerlo... —murmuró Calpar—. Es... es... un canal...

—¿Un canal? ¿Qué quieres decir?

—Un canal de Dana...

—¿Dana?

—Desde Arundel... una... una comunicación... —articuló Calpar con dificultad.

—Dime qué debo hacer, dime cómo puedo ayudar —lo urgió Felisa.

—Dame tu mano... Silencio... necesito...

Ella le tomó la mano con fuerza y lo sostuvo para que no se desplomara del todo. Vio como los ojos del Caballero Negro se velaban como si entrara en un trance. Sus labios entreabiertos no dijeron más nada. Felisa cerró los ojos y abrazó a Calpar contra sí, apoyándolo, protegiéndolo.

Ella está aquí, a mi lado —escuchó Felisa la voz de Calpar en su mente—. Estamos junto al portal de Sorventus, pero ni Iriad ni Ileanrod están aquí.

Necesito hablar con ella por medio de ti —dijo otra voz, contestando a Calpar.

Dime cómo hacerlo —dijo Calpar.

Bruno localizó la obsidiana que lleva en el cuello y yo la he activado para que sirva de enlace. Si te pones en contacto físico con ella, creo que podrá escucharnos —dijo la voz.

Los escucho —intervino Felisa, formando las palabras en su mente.

Excelente —dijo la voz con satisfacción—. Gusto en conocerte Felisa, Reina de Obsidiana. Mi nombre es Lug. Soy la Llave de los Mundos.

El gusto es mío —respondió Felisa.

Creo que entonces estamos listos para comenzar —dijo Lug—. Denme un momento. Le daré la señal a Torel para que quite el camuflaje del portal de Arundel.

Lug, Ileanrod no está aquí —objetó Felisa.

No importa. Tenemos trabajo que hacer antes de que llegue —anunció Lug.

En la mente de Felisa, apareció la imagen de una roca parecida a la de Sorventus, pero no era la de la isla. Esta roca estaba limpia y bien cuidada, y la energía que emitía era diferente.

¿Puedes verla? —preguntó Lug en su mente.

Sí, ¿cómo...?

Estoy proyectándola en tu mente. Es un truco que me enseñó un amigo.

¿Es lo que creo que es? ¿Es el portal de Arundel?

Sí.

Veo el código para su apertura, pero está incompleto —dijo Felisa.

Sí, solo pude completar la mitad. Tengo entendido que la otra mitad está grabada en tu obsidiana.

—confirmó ella.

Trabajaremos de forma cruzada. Mientras tú abres el portal de Arundel, yo alinearé el de Sorventus. Dile a Calpar que abra sus ojos y fije su mirada en la roca que tiene frente a sí para que yo pueda verla.

Felisa no necesitó darle a Calpar las instrucciones. Él estaba conectado a la conversación e hizo lo requerido para que Lug pudiera ver el portal de Sorventus a través de sus ojos.

¿No sería más fácil si yo te diera las instrucciones para que tú mismo abrieras el portal de Arundel? —objetó Felisa.

Más fácil, sí —admitió Lug—, pero no más conveniente. Hay una entidad atrapada dentro del portal. Ya intentó manipularme y seducirme para que la libere. Si abro el portal de este lado, sucumbiré a sus deseos.

¿Y yo no?

No. Tú eres la Reina de Obsidiana, la única criatura sobre la cual esta entidad no tiene poder.

Háblame más de esta entidad —pidió Felisa.

No hay tiempo para eso. La situación para los sylvanos de Arundel es crítica.

Lo sé. Háblame más de esta entidad —insistió ella.

Con un largo suspiro, Lug accedió.

LA REINA DE OBSIDIANA - Libro VIII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora