De niñas, mi hermana Cassie y yo no sabíamos que éramos diferentes. ¿Cómo podríamos? Pasábamos todo el tiempo en casa. Nuestros padres nunca nos dejaban jugar afuera. Decían que era para nuestra protección. Recuerdo a mi padre delineando claramente todos los horrores del mundo más allá de la puerta: animales despiadados, hombres peligrosos, enfermedades mortales. Cada día enfatizaba una nueva razón de por qué no nos podíamos aventurar afuera de las paredes de la casa. Me di cuenta de la verdad mucho más tarde. Estaban avergonzados de nosotras. Cassie y yo éramos muy apegadas, literal y metafóricamente. Pasábamos cada momento juntas. He leído que otras gemelas son de esta manera con frecuencia, pero nosotras éramos más que eso. Nos despertábamos al mismo tiempo, cerrábamos los ojos para dormir al mismo tiempo. A veces soñábamos los mismos sueños. Leíamos libros al mismo ritmo. Nuestros padres decían que éramos apegadas. Esto no tenía sentido para nosotras en aquel tiempo hasta que mi hermana fue asesinada y no se calla...