"¿Qué hace un ángel entre los humanos?" "Él no es un ángel. Los ángeles no matan. " "Pero solo se defendía." "No es justificación." "¿Puede apelar?" "Lo matarían." Murmuraban ambos centinelas frente a la gran entrada. A sus espaldas, detrás de la puerta marcada con una runa de protección, contenían al enfurecido ángel quién al ser desterrado era obligado a grabar sobre su piel garabatos prohibidos. Un pecador no puede vivir entre santos. Un pecador debe vivir entre pecadores.