Ella estaba un poco Rota, pero no era su culpa, le habían destrozado el corazón y Rota, seguía sonriendo.
El alma no se le rompió de la noche a la mañana, se le rompió un poco cada día, con una vida dura, un mal de amor, y poco a poco esas pequeñas grietas hicieron heridas profundas imposibles de suturar.
Ella aprendió a vivir con el dolor, a vivir entre espinas, a naufragar cada vez que intenta navegar.
Ella aprendió a vivir con el corazón destrozado, y aún así sigue sonriendo.
Aún estando triste, sonríe siempre.
Por eso, de noche, al estar sola, deja que todo ese dolor salga en lágrimas de sangre empapando su rostro e inundando su dormitorio, de Poesía que grita, lo que su alma calla.