Aún recuerda el hermoso color granate en su mirada. Cada día iba al mismo parque con la esperanza de volver a ver a ese pequeño que capturó su corazón. Resignado a no volver a verlo, siguió con su vida aún cuando el vacío en su pecho se hacía cada vez más grande. Hinatsuru, Makio y Suma, sus amadas y extravagantes esposas, tan llamativas y únicas. Las ama, claro que lo hace, aunque en su mente sólo piensa en él.