Melody se negaba a matar, a su voz usar contra aquellos que venían a saquear su hogar. Argumentando que ninguna vida debía de robar y que su canto sólo debía usarse para adorar a los dioses. Dam dirigía a la tripulación de Las espinas, el mayor barco pirata que había cruzado las costas de Krea. Saqueando barcos rivales, en busca de sus tesoros poder tomar y los huertos de los campesinos solían robar. Damasia ya había escuchado sobre la curiosa sirena que no mataba y aquella tarde que la vio por primera vez, algo en su interior rugió con ferocidad, las garras de la posesividad abriéndose camino por su pecho y con un grito, exclamó: «-Esa sirena es mía. Aquella que se atreva a tocarla, no solo perderá la mano sino también la cabeza.»