Me dije: ¿Por qué no?
Siempre ha sido él y yo. Nadie más. Todo lo que hace, incluso cuando parece imposible de entender, es para protegerme. Lo sé. Aunque el mundo entero se desmorone, él está ahí, luchando para que yo esté bien.
No es su culpa que haya un Apocalipsis. Él no lo creó; solo volvió para salvarnos.
Para salvarme.
Es bueno, aunque a veces sea difícil de notar. Cuando todo está en su contra, cuando parece que nadie le da respuestas ni apoyo, sigue adelante. Esa fuerza, esa terquedad, es algo que admiro de él.
Y si algún día me necesita, no dudaré.
Yo estaré ahí.
Siempre.
Sin importar lo que venga.
Donde el corredor argentino, conocido por su facilidad para chamuyar, cae ante una chica Ferrari
Donde Julieta, sin querer, cae ante el argentino chamuyero