1. Ojos que cambian

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Hinata había cambiado. Kageyama lo notaba.

Volaba por la cancha con energía inagotable y pasión ardiente, como siempre. Se movía con entusiasmo, y saltaba extasiado, y se comportaba tan tonto como un enamorado. Nada de eso era nuevo; el volley era el cielo de Hinata, y él era un fuego artificial que se lanzaba hacia arriba tratando de tocarlo cada vez más alto, y siempre había sido así.

No, todo eso se mantenía igual. Lo que había cambiado... eran sus ojos. Seguían brillando cuando veía la pelota, las luces explotando en sus iris cada vez que golpeaba los pases que le hacía Kageyama, pero ahora había más peso en su mirada, una seriedad y compenetración que Kageyama no había percibido jamás en Hinata. Antes, Hinata era una torpe pelota de volley rodando por la cancha; ahora, era una bola dirigida con precisión y potencia...

Kageyama recibió un pase. Se colocó y elevó la pelota hacia atrás, donde sabía que estaría Hinata. Cuando Hinata vio el balón acercarse (luces explotando en sus iris y todo), Kageyama lo confirmó: Hinata había cambiado.

El nuevo velo de madurez que cubría a su compañero de equipo era un cambio agradable y, sin duda, útil para los partidos. Sin embargo, una incomodidad flotó por el pecho de Kageyama. No se asentó, no obstante; no era necesariamente algo insoportable, pero sí una presencia, una niebla cruzando por sus pensamientos. Una incomodidad inocente, pero una incomodidad al fin.

Kageyama frunció el ceño.

—¿Sucede algo? —se acercó Suga a preguntarle mientras descansaban.

Kageyama lo miró y bajó la botella de la que estaba bebiendo.

—¿Notas algo diferente en Hinata? —preguntó, limpiándose la boca con el dorso de la mano. Sugawara inclinó su cabeza a un costado, intrigado.

—¿Diferente? Mmm... No lo sé. ¿Por qué? ¿Tú sí?

—Bueno, sí. Lo noto más... serio. Más compenetrado.

Suga lo miró analíticamente por unos momentos y entonces, casi imperceptiblemente, sus ojos se ampliaron ligeramente. A su vez, su boca se abrió un poco hasta formar una tímida sonrisa. Era pequeña, pero muy profunda.

—Sinceramente, no creo que haya cambiado —contestó, aún sonriendo—. No Hinata.

Kageyama aplastó sus cejas aún más contra sus ojos, confundido por la enigmática forma en que le había respondido Suga.

—¡Suficiente descanso! ¡Regresamos a la práctica! —gritó el entrenador en ese momento.

—¡Sí!

Sin embargo, Kageyama no dio su mejor espectáculo ese día. Aunque era lo suficientemente profesional como para dejar sus preocupaciones al borde de la cancha al entrar (aún durante meras prácticas), su mente no podía evitar irse. Recibía las pelotas y las colocaba como un experto, y luego cada vez que Hinata las golpeaba con ese nuevo aura suyo, la cabeza de Kageyama se iba con la pelota, y se desconcentraba. Parecía como si toda la concentración que había adquirido Hinata se la hubiera robado a Kageyama.

Al terminar la práctica, frustrado y más malhumorado de lo normal, intentó despejar sus incomodidades con otra persona.

—Daichi —se acercó al capitán del equipo.

—¡Oh, hola Kageyama! ¿Sí? ¿Pasó algo?

—¿Notas algo diferente en Hinata?

—Eh... No lo había pensado. Pero yo lo veo igual que siempre. Sigue siendo un manojo de mucha energía atrapada en un muy poco cuerpo, ¿no?

—Mh —asintió Kageyama con un gruñido.

—¿Por qué lo preguntas?

—Por... No, por nada. Gracias.

"I'm here" || KAGEHINAWhere stories live. Discover now