Capítulo I: Pelea

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Estaban gritando de nuevo. No se había molestado en escuchar la pelea, tenía que seguir con los deberes para el siguiente día pero los constantes chillidos al otro lado de la puerta le estaban volviendo loco.

Frunció el ceño mientras apretaba el bolígrafo que tenía en su mano izquierda, tratando de centrarse en el resumen que tenía que tener listo para mañana. Miró de reojo su teléfono, convirtiendo sus labios en una línea debido a la presión entre ellos, y después agarró el dispositivo, colocándose los auriculares para asfixiar el sonido de la enésima discusión que habían tenido sus padres ese día.

Podría haber salido a la biblioteca, podría haber salido al parque o a algún restaurante o cafetería que estuviera abierta a esa hora, pero no, decidió quedarse en casa. Deslizó su pulgar en la pantalla, viendo las canciones que tenía guardadas y poniendo la primera que le pareció buena para concentrarse. Finalmente un rato de paz.

No duró mucho, su teléfono se quedó sin batería a los pocos minutos, y para colmo, sus padres subieron y siguieron discutiendo en su habitación. Furioso soltó el bolígrafo sobre su mesa de estudio y abrió la ventana para respirar aire fresco.

Por alguna razón decidió mirar hacia abajo, hacia el suelo de la calle, cuatro pisos más abajo. Instintivamente tragó saliva y miró detrás suya. Seguían peleando. Tal vez podría escaparse de casa si fingía que se había ido a dormir y ponía una almohada debajo de las sábanas...

Por muy estúpida que fue la idea, la llevó a cabo y apagó la luz antes se salir por la ventana y agarrarse al bordillo para bajar. En ese momento se quedó paralizado por el miedo; había salido por la mera razón de escapar de sus padres, pero ahora se daba cuenta de que si se soltaba o resbalaba era un Game Over casi seguro para él.

Apretó los dedos para no caerse y con los pies buscó el apoyo de algún saliente para ir bajando. Cuando encontraba un sitio seguro para poner el pie, algo que le costaba una barbaridad al chico, soltó su mano derecha con cuidado, ahora agachándose para alcanzar el saliente en el que estaban colocados sus pies cuando... resbaló.

Apenas había logrado bajar un metro desde su ventana. Su cuerpo cayó hacia atrás y su instinto primario le ordenaba gritar con todas sus fuerzas para que alguien viniera en su ayuda. Rápidamente cambió de opinión, no quería que ahora su padre llegara al hospital y se pusiera a hacerle peores cosas que en casa, por no hablar de la posibilidad de que muriera y de dejar a mamá sola con él.

Dejó de pensar. Cuando su cuerpo llegó al suelo sonó un crujido ensordecedor para sus oídos y entonces todo fue negro para él. La sangre salía por detrás de su cabeza, manchando el gris del asfalto en rojo.

La noche era silenciosa. No había nadie pasado por la calle. Nadie le vería hasta por la mañana. Iba a morir ahí.

Gracias a una suerte enorme, uno de los vecinos le vio caer y llamó a emergencias para salvarlo, bajando para detener lo que pudiera el sangrado. Las sirenas y las luces llenaron la calle; los médicos levantaron y se llevaron al pobre joven enseguida, tratando de detener la hemorragia lo más rápido posible y salvarlo.

Una vez todos dentro de la ambulancia, se fueron rápidamente al hospital, mientras que dentro del vehículo le habían envuelto la cabeza en vendas al joven, en un intento de detener la sangre.

Llegaron al hospital y le metieron en urgencias; había perdido mucha sangre y la brecha de su cabeza no ayudaba. Dentro del quirófano le tuvieron que coser la cabeza y arreglar el cráneo, que por suerte no se rompió demasiado, además de sus costillas que milagrosamente no perforaron sus pulmones.

Sólo había silencio para él. Una oscuridad eterna que le rodeaba. No podía hacer nada. Un murmullo atravesó su cabeza, uno que se fue haciendo más y más fuerte hasta que logró identificar su nombre.

Trató hablar de vuelta pero no podía, su cuerpo no respondía a las órdenes que mandaba. No veía nada con los párpados cerrados pero una figura empezó a aclararse en su oscuridad completa.

- Ah, al fin despiertas. -Habló la figura, todavía sin ser clara, que parecía estar sentada en una silla.

El joven se preguntó quién era aquella persona, ya que nunca había escuchado su voz, pero aún así le resultaba familiar, agradable y tranquila, pero también desconcertante y aterradora.

- Bienvenido al Limbo, Garrett. ¿Cómo te encuentras? -Preguntó la voz, que ahora la reconocía como la de una mujer joven, mientras que observaba cómo su figura se cruzaba de piernas.

No podía responder a la contraria por razones obvias, había acabado en un coma y posiblemente no sería capaz de despertar pero...

- Hay pocas posibilidades de que despiertes, sí. -Respondió a lo que había pensado, dejando realmente confundido al chico. - Esta es mi realidad, Garrett, tengo el control aquí.

Antes de que pudiera pensar en alguna respuesta para darle a la contraria, vio su propio cuerpo en la cama del hospital, con tubos y jeringas que le mantenían con vida. Se veía como un observador externo y... Se sentía raro. Libre, ligero, en paz; pero a la vez atrapado, pesado y afligido.

- Es una pena lo que te ha pasado, Garrett. Caerse desde esa altura podría haberte matado, pero has tenido mucha suerte.

La miró, no era capaz de comprender; ¿ella era Dios? ¿La Muerte? ¿Una ilusión creada por su cabeza? ¿El diablo o alguno de sus sirvientes? La mujer rió con suavidad.

- Soy Vmlyb2N0aWE=, pero me puedes llamar Victoria.

¿Un ángel, tal vez? Sí, debía de ser un ángel o algún mensajero de lo que hubiera arriba. Tragó saliva, viendo cómo su cuerpo hacía lo mismo, algo confundido.

Un médico entró, siendo seguido de su madre, que lloraba con la cara enrojecida y agarraba su mano con cariño, con miedo de que él se fuera. El pitido de la máquina que le mantenía con vida hizo eco en el Limbo, hasta que todo se volvió negro.

Miró a su alrededor asustado, buscando a Victoria; ¿dónde se había metido? Pero eso no importaba, debía de despertar.

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