Prólogo

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No todos son lo que parecen. De ahí viene el dicho de que "El león no es como lo pintan"

Créanme, la vida te puede dar varias sorpresas.

No todo va a hacer como lo esperaban.

Y si hay otro mundo lleno de magia... ¿Qué impide que en el nuestro no haya personas realmente especiales?


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— ¡Venga gente, que nos siguen! ¡A DARLE CON TODO A ESOS CABRONES DE AZUL! – le gritaba Jackson a nadie en particular.

Tomo el walkie-talkie para informar sobre nuestra situación. En eso el auto salta gracias a un bache generando adrenalina en mi cuerpo, se me hizo imposible no gritar emocionada.

— ¡Es hora de divertirnos muchachos! – De mis labios sale "La señal" que dará marcha al "plan"

— Como tú digas princesa – oigo la voz del jefe.

— Doc. ¿Cuál es nuestro diagnóstico? — pregunta el castaño a mi lado en un tono burlón.

Tomo una de las mochilas que tenemos en el auto.

—Hay que hacer que nos sigan hacia la carretera que conduce al acantilado, una vez ahí estamos fuera del territorio nacional y seremos asquerosamente ricos— explico con una sonrisa un tanto psicótica mientras tiro una buena cantidad de billetes falsos por la ventana.

— Eso es lo que quería oír – murmura Jackson pisando el acelerador, aunque el semáforo del frente está en rojo.

Mis risas se pueden oír aun por encima del sonido de las balas y las sirenas de los policías.

Empieza lo bueno.

—La ostia puta —oigo maldecir a Jackson.

Abro la guantera y sacó una tablet, tecleo rápidamente unas coordenadas para el GPS y unos códigos para mandárselos a Detx para que pueda hackear el sistema policial y así las patrullas persigan a uno de los seis coches, unas coordenadas para que solo nos persigan a nosotros.

Veo un "Ok" en la barra de notificaciones, fue cuestión de segundos para que los otros coches se adelantarán dispersándose.

—Los llevaremos por los barrios —aviso poniendo la tablet en donde Jackson pueda verla.

—Ostia la Ciry —dice Jackson sorprendido.

«A doscientos metros, gire a la derecha en calle...»

—Más te vale no equivocarte – advierto quitándole el seguro a una pistola.

Abro la ventaja y girando un poco sobre mi asiento disparo hacia los postes de luz, exactamente a los cables para que se suelten.

—Oye... creo que la Ciry se ha equivocado – comenta Jackson preocupado.

Tiene que ser una broma.

—¿Así? A ver — digo tomando el GPS como si nada tambaleándome un poco por los giros bruscos que da el auto – No. Vas bien dentro de unos seiscientos metros en la rotonda a la quinta salida.

— Oye nena, considero que es hora de que muestres todo tu entrenamiento militar — murmura Jackson algo asustado.

Yo le miro mal debido a su elección errónea de palabras, pero al ver un grupo de patrullas que vienen en dirección opuesta a la nuestra, por la tercera salida de la rotonda, mi expresión cambia.

—Venga machote, cuando llegamos a la rotonda vas a dar la vuelta a toda leche — digo imitando el acento español de Jackson.

Este ofendido empieza a insultarme.

Yo, por otro lado, sabiendo que tengo el agua hasta el cuello, tomo de los asientos traseros un arpón.

Y en el momento perfecto.

Jackson gira el auto. Con una rapidez sobrehumana estiro mis piernas formando una línea transversal, tomo de la carrocería del auto y abro la puerta sacando la parte superior de mi cuerpo. Me tomo tres segundos disparar.

Una sonrisa se forma en mi rostro al ver como una de las patrullas empieza a dar vueltas cayendo varios metros más haya y provocando que las otras choquen con entre sí.

Jackson contento pone música a todo lo que da el estéreo mientras aúlla literalmente de emoción. Yo vuelvo entrar al coche entre risas, sacó de la guantera unos lentes de sol y me los pongo al ver que llegamos al acantilado y que la carreta está despejada.

— ESA SI ES UNA MUJER JODER — grita el castaño.

—¡Bienvenido al Caribe honey! — chillo yo emocionada.

Jackson toma el walkie avisándole a los demás que lo logramos y que nos vemos en el punto de encuentro.

 Yo me dedico a mirar el infinito mar azul que resplandece gracias al sol del medio día, me doy el lujo de sonreír ampliamente aún sintiendo la adrenalina en mi cuerpo.

Jackson tardo quince segundos exactos.

Benditos quince segundos de paz...

— Y pensar que lo quieres dejar — bufa Jackson mirándome de reojo.

Sonrío levemente, mi mirada se va a la pulsera de plata que adorna mi mano derecha.

— Tengo asuntos más importantes —Digo recordando a mi familia – Va siendo hora de dejar esta vida de mierda y vivir una vida normal y tranquila.

El castaño bufa sin creer ninguna de mis palabras.

—Ja, eso no te lo crees ni tú. Te doy tres meses, guapa, tú no puedes vivir sin adrenalina – se burla él.

—Tal vez tengas razón. Pero mi madre cree que en estos momentos estoy en una universidad en época de exámenes finales – admito con desgano – No me haría gracia que un día alguien la llame diciéndole que su hija murió en raras circunstancias y que no encuentran el cadáver o algo por el estilo.

—Vale, tienes razón, es jodido, pero a ver — Jackson sacude su cabeza como si eso lo ayudara a organizarse – Entiendo que tu madre no sepa a qué te dedicas, pero no el hecho que tengas cinco doctorados.

Yo resoplo evitando así reírme.

— En ese lugar no solo importa los idiomas o tu resistencia física, cuando se enteraron de mi coeficiente intelectual... Me dieron más presión que la que un niño deba soportar — explico.

El loco a mi lado sabía que ese era un tema sensible. Él notando que el ambiente cambió a gris se empieza a reír como un demente.

—Joder tía, yo quería halagarte por lo del arpón, pero tu culazo se llevó toda mi atención – comenta el cerdo.

Yo reí y lo golpeé en el hombro.

Y en ese momento me sentía feliz. Pero nada dura para siempre.

Oigo algo explotar, tal parece que viene del motor. Del susto Jackson suelta el volante por un segundo y el carro empieza a ir en zigzag por lo ancho de la carretera.

Abro mis ojos alarmada al ver que nos dirigimos a una pared de roca, sin pensarlo mucho me apresuró a girar el volante por completo logrando qué auto se desvíe y caiga por el acantilado.  Jackson y yo nos apresuramos a salir. Pero no contaban con que mi brazalete se atascara con la tela del cinturón. 

Yo no iba a irme sin él 

Pero la muerte no espera a nadie.

El auto choca contra el infinito mar. Lo último que recuerdo es adentrarme al agua, la presión me tira hacia atrás haciendo que me golpee la cabeza.

Todo se volvió negro.

Y no pude despedirme, de nadie.

Oía voces, muchas voces, pero no podía distinguir nada.

Y yo... en realidad, no quería irme así.



Sangre Hostil - Twisted WonderlandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora